Pasaron 20 años para que la raza alienígena que quiso exterminar la Tierra vuelva para completar su misión. Esta vez, los humanos están mejor equipados: con tecnología extraterrestre, sin Will Smith, excesos de clichés y un Roland Emmerich dispuesto a pelearle el puesto a Bay en gastar plata de manera innecesaria.
La secuela de Día de la Independencia (Day of Independence, 1996) llega a los cines con mucha expectativa, pero poco respaldo de parte de la prensa especializada. Una segunda parte que nadie vio venir, tanto como los protagonistas a la nueva amenaza. El film cumple con el objetivo de la franquicia: entretener. ¿Es una película mala? La verdad que no, pero tampoco es una obra maestras del cine y una pieza indispensable en la cinematografía mundial.
Roland Emmerich (White House Down, Godzilla), guionista y director del film, realizó una película correcta, bordeando el exceso de efectos especiales y una buena transición entre los fx de hace dos décadas y el uso de la tecnología CGI, herramienta clave para los tanques norteamericanos. Fiel a su estilo, en las escenas de explosiones, desmadre colectivo, crisis y mezcla de humor, el tipo es donde resalta sus cualidades. Un profesional que ha trabajo en cine más de 40 años y sabe explotar las virtudes de sus productos. Aquí no falla, pero tampoco realiza una obra maestro. Ojo, tampoco es su intención.
Olvídense de Will Smith, ya no está entre nosotros. Pero hay equipo. La inclusión de Jessie Usher (Dylan Hiller), Liam Hemsworth (Jake Morrison), Travis Tope (Charlie), Charlotte Gainsbourg (Dra. Catherine Marceaux) y Maika Monroe (Patricia Whitmore), hija del ex presidente y piloto, aseguran una nueva generación de seguidores para la franquicia ya que dos de ellos, como mínimo, están en la cima de los actores más solicitados del momento. Esta mezcla entre los antiguos miembros del reparto y los nuevos, funciona como herencia para lo que vendrá. Sí, el final de la película deja la puertita abierta para el regreso de otro 4 de julio con exceso de fuegos artificiales. Los rostros nuevos y antiguos no llegan a entrelazarse demasiado, salvo en el primer acto cuando Jake Morrion decide revelarse y ayudar a David Levinson, interpretado por el eterno Jeff Goldblum, en su viaje a la luna, más algún tipo de interacción padre-hija superficial entre los Whitmore.
Y los extraterrestres volvieron para culminar su plan de exterminio. Tardaron 20 años en darse cuenta que la raza humana no fue eliminada y regresaron con todo. Eso significa de manera descomunal y en muchos sentidos. Una película que tuvo una inversión de casi 200 millones de dolares implica un tanque comercial arrasador. Pero ojo, no así lo que se vio en pantalla salvo el diseño de la nueva tecnología terrícola, tomada de la primera invasión. Un film que se sostiene en los diseños, en lo visual, no así en lo argumental y actoral.
Entre los aportes visuales hay que destacar el concepto de integración de la tecnología extranjera. Está claro que este film es el inicio de una nueva saga intergaláctica y con esta premisa se basaron para crear una especie de Star Trek pero creado con la base de la vida real tal y como se la conoce. ¿Cómo sería el comienzo de una guerra universal? Así, con esta película y los humanos serán los nuevos emblemas de la justicia y la libertad. Claro, porque el prontuario como raza es impoluto.
Día de la Independencia: Contraataque es menos atractiva que su predecesora en general, pero, en plan de crear una nueva franquicia todo cobra otro sentido. La película argumentalmente no tiene valor, salvo hasta que los invasores se ponen en posición de conquistadores, reinan las explosiones y cuanto disparo laser pueda aturdir nuestra visión y atención. Todo se reduce a eso. Imposible no tocar ese aspecto ya que es lo único palpable horas después de ver la película.
Párrafo aparte para Brent Spiner y Judd Hirsch, quienes regresan a la saga para mantenerla en pie. Sus aportes, aunque breves, son una bocanada de aire fresco entre tanto fuego, explosión, naves, edificios levitando a los Twister (1996) y esos lasers verdes. Junto a Jeff Goldblum y Will Smith son lo más recordado del tanque de los noventa. Sí, hay que reconocer que se extraña al Capitan Steven Hiller, ya que su heredero en la ficción no posee ni la mitad del carisma que su padre.
Cumple con lo que prometió en la previa: entretener audiovisualmente. Con el partido perdido desde el minuto cero, el film de 20th Century Fox demuestra que se conoce a sí mismo, y así aprovecha sus virtudes y reduce a anécdota sus falencias. Una película que tiene como mayor estandarte el uso de la tecnología dentro y fuera de la diégesis. Además juega con la nostalgia del espectador y el éxito comercial que significó es título hace dos décadas, una de las películas más taquilleras de la historia durante muchos años.