Te rompo todo
Secuela del exitazo de hace 20 años, no está Will Smith, pero regresaron todos los otros y la catástrofe es enorme.
Hace exactos veinte años, Roland Emmerich reinauguró el género de los filmes catástrofe con Día de la Independencia. Les dio un refresh. El enemigo era foráneo, pero no como en los días de la Guerra Fría. La película no era un dechado de originalidad en ningún rubro, salvo en el de los efectos especiales. Nunca se había visto tanta parafernalia y destrucción en pantalla.
En 1996 los alienígenas venían a destruir la Tierra, pero gracias al patriotismo de un puñado de estadounidenses, incluido el mismísimo presidente (Bill Pullman) y un piloto negro (Will Smith), bastaba para derrotar a los malos de turno.
En 2016 los extraterrestres vuelven para destruir el núcleo de la Tierra, pero gracias al patriotismo de un puñado de estadounidenses, incluido el mismísimo ex presidente (Bill Pullman) y un piloto negro (que no es Will Smith), ¿bastará para derrotarlos?
Si algo bueno dejó la invasión extraterrestre fue que no hubo más conflictos armados entre las naciones (!), se ha vivido en paz y científicamente se aprovechó los avances tecnológicos alienígenas para beneficio de todos. No hay mal que por bien no venga.
Pero si Día de la Independencia se subía al esquema Te rompo todo, Contraataque redobla la apuesta, también, en todo. Los alienígenas son más grandes. Las naves extraterrestres son enormes. La destrucción es mayor. Y si había padres e hijos (los personajes de Jeff Goldblum y Judd Hirsch), ahora hay más. Vuelven Goldblum y Hirsch, pero el piloto de color (Jessie T. Usher) es el hijo de Steven Hiller (Will Smith, que no arregló salario y aparece inmortalizado en un cuadro en la Casa Blanca). Y hay otro piloto huérfano (Liam Hemsworth), enamorado de la hija del presidente (Maika Monroe). Y hay más chicos sin papis, y otros en un ómnibus escolar. Y el hijo mayor de un dictador africano que ataca aliens con machetes, y -premonitorio- una mujer como presidenta de los Estados Unidos.
Hay algo de autoparodia, con frases rimbombantes y, como en la original, mucho de cine Clase B. Nadie pide ya coherencia en X-Men ni en Los Vengadores, así que no habría por qué ponerse pretencioso con Día de la Independencia.