Pasaron 20 años y es curioso como para Roland Emmerich, uno de los directores claves de la historia de la ciencia ficción y el cine bélico, su idea sobre la imposibilidad de los terrestres por impedir un ataque masivo de alienígenas permanece intacta.
En “Día de la Independencia: Contraataque” (USA, 2016) hay un intento por recuperar cierta ingenuidad del género, pero en la búsqueda de construir una épica, ambiciosa, gigante, termina por construirse un relato atiborrado que, aún abusando de clichés y lugares comunes, no logra consolidar su propuesta.
La película se divide en dos etapas, una primera que bucea en su entrega anterior, con la presentación de algunos de los personajes que supieron identificarse como claves, por caso Bill Pullman como el presidente que supo hacer frente a los extraterrestres, y algunos nuevos que hablarán sobre aquellos del pasado que marcaron a fuego la historia de una nación que consolidó su poderío con tecnología alien.
En la segunda instancia, algunos personajes del pasado se sumarán a nuevas incorporaciones para conformar la red necesaria que evitará que un nuevo ataque extraterrestre termine de una vez por todas con la humanidad.
“Día de la Independencia: Contraataque” no puede superar la inevitable comparación que con la primera entrega surge, una historia narrada de manera clásica que supo tener como protagonista a Will Smith, quien junto a Pullman pudieron, a fuerza de carisma y la exploración de nuevas tecnologías lograr uno de los hitos del género.
Pero en 2016, y con filmes posteriores a “Día de la Independencia”, que también trabajaron sobre el enemigo externo y la inevitabilidad de un ataque, más la realidad que golpeó fuerte y que post 11-S se consolidó como la prueba fehaciente que nada está escrito ni previsto, esta nueva entrega no hace otra cosa que trabajar con tópicos reiterativos que ni siquiera con el cuidado trabajo de efectos especiales pueden salvar el tedio con el que Emmerich relata todo.
Una película de ciencia ficción debe además de respetar a rajatabla algunas convenciones del género, poder construir nuevas sensibilidades para enmarcar la narración y así posibilitar la emergencia de una historia que en apariencia sea diferente.
Pero Emmerich no puede o no quiere hacerlo, y si bien en una primera parte puede despertar el interés evocando “Día de la Independencia”, cuando “Día de la Independencia: Contraataque” debe separarse no puede hacerlo.
Como filme de ciencia ficción el relato avanza a paso firme y lento, hasta que la resolución se avecina y entonces ahí el oficio y la habilidad se deja de lado, y comienza todo a precipitarse sin siquiera detener en la obviedad con la que todo se está haciendo.
“Día de la Independencia: Contraataque” es una olvidable secuela, un filme de género más que se termina perdiendo en el propio laberinto narrativo con el que intenta presentarse 20 años después, sin novedades, cambios, ni siquiera con personajes interesantes que puedan despertar el interés en su conocida historia.