No vuelvan más
Día de la independencia fue un éxito gigantesco en la década de los 90. Objeto de burla también, pero éxito al fin. Su sentido del humor la convirtió para muchos en una película irónica, todo lo contrario a la solemnidad que muchos creían ver. Debates aparte, la película era realmente del montón. Pero los éxitos mandan y veinte años más tarde llegó esta secuela. La tecnología cambió en el mundo y eso se nota. No solo por lo que aparece en la película, sino por la manera en la que está filmada. Pero sigue siendo una historia aburrida, más grandota que grandiosa, y el sentido del humor se ha vuelto casi nulo en comparación. No hay forma de identificarse o acercarse a los personajes y la acción es ruidosa pero no atrapante. Solo algunos breves instantes consiguen el objetivo del gran espectáculo. Cuando la dimensión de las cosas puede entenderse, como ocurre con el ómnibus escolar. Lo más ridículo, forzado y a la vez divertido de la película. Ni el siempre irónico y autoconsciente Jeff Goldblum logra sostener esta secuela tardía. Al euforia final promete una tercera parte, ojalá exista una manera de evitarla. El éxito de esta película tendrá la última palabra.