La princesa que no quería ser
La biopic sobre Lady Di cae en todos los lugares comunes del género: busca humanizar a la figura real desde un suceso emocional que le quita toda racionalidad a sus actitudes, logrando así un personaje que produce lástima y empatía en igual dosis, y por sobre todo, se enmarca dentro de un film políticamente correcto.
Diana (2013) se instala en la relación entre la princesa (Naomi Watts) y el doctor Hasnat Kahn (Naveen Andrews). Un romance inusual y apasionado que le genera a Diana un renacer emocional y, como todo los romances prohibidos, un dolor inmenso. A través del suceso se entienden –y peor, fundamentan- las actitudes políticamente incorrectas de la princesa de Gales.
El amor es el sentimiento que viene, a niveles cinematográficos, a darle sentido a lo incomprensible, a lo irracional. Si no se pueden fundamentar actitudes de un personaje desde el raciocinio, aparecerá el amor para justificar cualquier hecho. Desde esta antiquísima idea es construida la película Diana a partir del libro de Kate Snell.
Lady Di le dio más de un dolor de cabeza a la cúpula real británica. Separada de su marido, el príncipe Carlos, simbolizó la rebelión femenina y con sus actos humanitarios pretendió utilizar su poder en beneficio del pueblo ¿Cómo hacer un film sobre un personaje incorrecto para la realeza, que a la vez deje bien parada a la monarquía y sin embargo genere simpatía para con su protagonista? La solución facilista que encuentra la película es encarar al personaje desde la irracionalidad que produce el amor.
La película comienza con un personaje en crisis, vulnerable y débil emocionalmente. De ahí ciertos recursos del cine moderno para graficar sus conflictos internos que implementa el director Oliver Hirschbiegel (La caída). Pero rápidamente el relato se reencauza en la narración genérica: una historia de amor prohibido lisa y llana con más de un estereotipo dando vueltas. El hombre es hindú y su madre no acepta el casamiento –y la felicidad de su hijo- por ser ella cristiana y estar separada de otro hombre…¡¡¡por más que sea princesa!!! Los acosos de los paparazzis, las visitas a escondidas, etc. La película plantea a Diana como una celebrity, no como una celebridad, es decir una persona famosa que rechaza su condición en función de no poder tener una vida “normal”.
¿Qué logra el film? Mostrar una Diana vulnerable, humanizarla en sus sentimientos y alejarla de toda ideología. Incluso justificando sus causas y accionar político desde la irracionalidad del amor. Lo que queda es un film chato, que por lapsos aburre, y que nunca encuentra ese momento revelador acerca de la vida del personaje retratado.