El documental de Alejandra Martín sigue a cuatro mujeres que comparten a través de Internet el extraño culto a Ana y Mía, suerte de princesas o diosas que representan la anorexia y la bulimia.
En la película se ve cómo logran articular estas vidas secretas y las públicas, en la que Rocío procura lucirse en alguna comedia musical mientras cría sola a su pequeña hija; Fiorella es una adolescente rebelde que vive entre rejas en su limitado espacio de cigarrillos y televisión; Carrie siempre se sintió rara y distinta, y Fabiana, reina provincial de la belleza, trata de ser modelo mientras pinta.
Documental sin duda atractivo y atípico, el film logra el propósito que impuso su directora al orquestar estas historias paralelas: sus protagonistas apuestan a la sinceridad y al dolor, y sin duda logran establecer una conexión con el público al que le brindan sin melodramatismo sus dolores y sus necesidades.
La directora supo, además, rodearse de un impecable equipo técnico que apoya estas confesiones que son, en definitiva, las voces más íntimas de esas mujeres que se atreven a confesar sus debilidades y sus miedos.