Sin ron ni furia
En Diario de un seductor, el carismático Johnny Depp protagoniza y homenajea a su amigo personal Hunter S. Thompson, periodista y escritor norteamericano, creador del llamado periodismo “gonzo”, que es aquél en el cual el cronista se convierte en protagonista, sujeto o promotor de los hechos que cubre. Fue el propio Depp quien convenció a Thompson, allá por 1998, de publicar El diario del ron (tal su título original, que aplica al caso mucho mejor que el vernáculo), a cambio de lo cual el autor insistió en que Johnny llevara la historia al cine. Juntos fueron desarrollando el proyecto, y aún después de que su amigo se suicidara en 2005, el actor siguió adelante hasta completar el film que hoy llega a la pantalla local.
La película narra las experiencias del periodista Paul Kemp –alter ego de Thompson- que llega a Puerto Rico en 1960 para trabajar en el San Juan Star. El cronista y aspirante a escritor encuentra en la capital caribeña una población postergada, un grupo de especuladores yanquis interesados en explotar inescrupulosamente las bellezas paradisíacas del lugar y un diario decadente, poco adepto a las denuncias y los ideales. Todo esto, junto a litros y litros de ron, droga y vida nocturna descontrolada. En este contexto de desigualdades el joven Kemp, que aún no se ha encontrado a sí mismo ni a su voz (“no sé cómo escribir a mi modo” dirá en un tramo del film), vivirá una experiencia iniciática, que incidirá en su futuro como periodista.
Tal vez por transitar ese particular estadio en la vida de su protagonista, en el cual él mismo oscila entre los excesos y la búsqueda, la película no logra en ningún momento amalgamar estos dos aspectos ni encontrar el tono adecuado. Aún contando con muy buenas interpretaciones a cargo del propio Depp, de Michael Rispoli en la piel de un pintoresco fotógrafo y compañero de aventuras y de Giovanni Ribisi como otro cronista perdido en las adicciones, resulta errática e inconclusa. El descontrol es tibio, el compromiso es poco convincente. Si Puerto Rico fue para Kemp/Thompson una revelación, en el sentido de hallar su voz y el estilo periodístico que luego lo volvería célebre, ese quiebre existencial no está plasmado en el film. Con lejanas reminiscencias de Pánico y locura en Las Vegas –también basada en un libro de Thompson y protagonizada por Johnny Depp-, pero sin la locura de Terry Guilliam tras las cámaras; con momentos de reflexión que no tienen la profundidad suficiente; el principio que finalmente abraza Kemp, aquél de despedirse con rabia y furia, queda sólo en una frase aislada del guión. Sin duda la película tiene las mejores y más sinceras intenciones, pero es desafortunadamente fallida.