El tema de la justicia por mano propia es un tópico recurrente en el cine de Hollywood. Hace algo más de tres décadas, “El vengador anónimo”, protagonizado por Charles Bronson, inauguraba esta variante del thriller, cosechando polémicas y aplausos. Acá se retoma el asunto redoblando la apuesta de manera alarmante. Greg, un ciudadano de tantos, casado, padre de una nena, ingresa en el infierno tan temido cuando, sin aviso, tres forajidos se meten una noche en la casa, someten y matan a su mujer y a su hija. Sobreviene un juicio en el que el ayudante del fiscal de distrito consigue que uno de los responsables incrimine a otro, a cambio de una pena menor. A partir de ese momento, Greg se convierte en otro hombre. Un ángel de la muerte. Va a parar deliberadamente a la cárcel para llevar adelante una venganza que no tiene fin. Su ira no se agota con despachar a los asesinos: apunta a todo el sistema judicial. Así, caerán jueces, defensores y fiscales. Nadie parece estar a salvo ante esta furia desatada. De pronto, a la intriga se le va la mano y cae en la desmesura.