Un hombre solitario que a la hora de reencontrarse con el mismo decide viajar a la Patagonia, buscando una nueva vida a través de nuevas experiencias en la pesca y conquistar nuevamente el corazón de su hija.
Una vez más el director y guionista Carlos Sorín nos trae a la pantalla grande una historia sencilla, tierna, emotiva y con la bella fotografía de la Patagonia Argentina como ya lo hizo con “Historias mínimas” y “El perro”, y con esos personajes queribles y cotidianos, muchos de ellos hacen de ellos mismos y el protagonista descubre que importante es el reencontrarse con uno mismo.
Aquí el protagonista de la historia es Marcos Tucci (Alejandro Awada). No sabemos mucho de él pero pronto vamos descubriendo que tiene 52 años, es un ex-alcohólico, con una buena posición económica, viaja varios kilómetros desde Buenos Aires a Puerto Deseado, parece que busca una nueva oportunidad con su hija, y ¿qué busca queriendo aprender a pescar tiburones? estas criaturas de un gran tamaño, fuertes, a su vez fascinantes, desafiantes, y valientes, él no tiene nada de experiencia por eso se va relacionando con expertos.
Durante la estadía en el lugar conoce a un entrenador de box, a una boxeadora, en la playa se cruza con unos colombianos mochileros, entre otros, con cada uno de estos personajes que se va encontrando a su paso se va relacionando, todas personas amables y sencillas, (hacen de ellos mismos). Finalmente el debe concurrir a una radio de la zona para poder encontrar a su hija Ana (Victoria Almeida), pronto se reencuentra con esta, su yerno José (Diego Caballero) y el bebé Gianni (Santiago Sorin, es el nieto de Sorin). A raíz de esto vamos viendo cómo reacciona cada uno y que pasa con ellos.
Es una historia tierna y sencilla, su ritmo es pausado e intenso, la fotografía de Julián Apezteguia y la música de Nicolás Sorin (él hijo de Carlos Sorin) le va dando cierta emoción, melancolía y se van generando distintos climas. El film va relatando los avatares de este hombre lleno de sueños y de errores que quiere enmendar, con un espíritu aventurero, con la necesidad que la vida le dé una segunda oportunidad.