Mucho más fresca, lejos de todo didactismo y como una hermosa invitación a la observación “Días de temporada” propone desde el registro documental, sin una narración formal, “invadir” las playas de Santa Teresita en pleno mes de enero y seguir las historias de algunos personajes que Stigliani ha seleccionado para construir su tercer largometraje que es, a su vez, su primer trabajo como documentalista (después de sus ficciones “Bolishopping” y “Mario on Tour”).
Tal como reza desde su afiche “trabajar mientras todos se divierten”, la cámara explora y se infiltra en las vidas de diferentes trabajadores que se transforman en los personajes típicos que pueblan cada una de las temporadas en las costas argentinas.
Así vemos quienes esperan que inicie la temporada para vender anteojos “importados” de reconocidas marcas, el típico Spiderman que junto con otros personajes puebla el Trencito de la Alegría, los espectáculos que se ofrecen en la peatonal que los turistas podrán disfrutar “a la gorra”, un imitador de Sandro, los vendedores playeros –que pueden ofrecernos desde ropa y bijouterie, hasta churros y pochoclos- y los veraneantes que conforman la infaltable escenografía para que estas historias cobren sentido.
Con algunas reminiscencias a “Balnearios” de Mariano Llinás o a “Chapadmalal” de Alejandro Montiel, “Días de temporada” explora en cambio, el revés de la trama, observando no sólo a los protagonistas en acción sino incluso en su cotidiano, viéndolos dentro y fuera de su oficio, compartiendo algunos detalles de sus vidas, de sus aspiraciones, de sus propias historias.
Stigliani no recurre ni a entrevistas, ni a una voz en off que (nos) explique lo que está sucediendo, ni siquiera sabemos por qué ha elegido cada una de estas historias. Su idea es sencillamente abrirnos la ventana para poder inmiscuirnos en algunos momentos de sus días, esos días de temporada donde las sus vidas parecen modificarse por un corto tiempo.
Los protagonistas van desde un inmigrante africano que apenas pueda visitará a su hijo que reside en Buenos Aires, la vida del adolescente que se esconde bajo el disfraz de Spiderman, una transformista que invita a los que pasean por la peatonal a su espectáculo de café concert pasada la medianoche, hasta una pareja que comienza su labor justamente a medianoche para producir los churros que venderá durante el día.
Todos ellos son captados por la cámara de Stigliani con un registro naturalista, íntimo pero cuidadoso de no invadir y guardando distancia, reforzando una propuesta sencilla pero concreta, de cpaturar esos particulares momentos que no necesitan mayores explicaciones que la observación de estos “rituales” que despliegan en cada temporada para regresar luego a sus otras ocupaciones, cuando cada uno de los turistas que invadieron esas playas, vuelva a retomar su propia rutina, lejos del mar y las vacaciones.