Entre la música y la inocencia
Un gran esfuerzo. El mismo que hace Gastón Pauls corriendo por las calles de la ciudad para encontrar a “la chica”, la única que alguna vez lo ayudó a cantar “A Groovy Kind Of Love”. “Días de vinilo” hace un gran esfuerzo por convertirse en una buena comedia romántica y de amigos (o viceversa), y el resultado es que divierte y hasta emociona cuando por momentos lo logra. A prima facie, la ópera prima de Gabriel Nesci (autor de la serie “Todos contra Juan”) parece una adaptación argentina de “Alta fidelidad”, pero en realidad guarda pocos puntos en común con la película de Stephen Frears, sobre todo porque el enfoque de las influencias musicales es diferente, es más directo y menos reflexivo. Aquí hay cuatro amigos unidos por dos temas centrales: su miedo a madurar (a los 40 años) y su amor por la música. Desde esta premisa, la película acierta en el trabajo de los cuatro protagonistas, en la definición del perfil de los personajes y en la certeza de las referencias musicales y sus derivaciones. Por otro lado, falla en algunos diálogos acartonados, abusa de las situaciones inverosímiles y trata de redondear conceptos con una voz en off que siempre resta. Habría que reservar una mención especial para la divertida parodia que hace Leonardo Sbaraglia de sí mismo, y también para decir que las canciones que suenan —vaya paradoja— son menos de las esperadas.