Con un duende retro en su relato
Los conflictos existenciales en la vida de cuatro amigos, que se abre, en el inicio del film sobre el borde de una ventana. En el medio, la circularidad sonora y el pop de los coloridos longs plays; que hoy sólo son materiales para coleccionistas.
"Simpática", "Entretenida", "Se puede ver con un poco de entusiasmo, te divierte y tiene algunas notas de nostalgia"; "Sí, todos están muy bien"... Y en otro ángulo de la sala, algunos comentan, "...como siempre, ellas las mujeres fatales, son las que salvan el film". Al salir del cine, ya en la puerta, dos mujeres de más de sesenta años, tal vez hermanas por su parecido físico, observan que "tal como te digo, nosotras siempre somos más maduras y responsables que ellos".
Y así podríamos seguir enumerando algunos comentarios al pasar, escuchados en la función de la primera de la noche, el mismo día del estreno, de esta comedia, que tiene un juguetón duende retro en el interior de su relato; que circula entre los pliegues de los mismos conflictos de la existencia en la vida de cuatro amigos, que se abre, en el inicio del film sobre el borde de una ventana y se cierra sobre otro, mediando la circularidad sonora y pop de los coloridos longs plays; que hoy, sólo los erráticos viajeros del tiempo se lanzan en su búsqueda en casas de escondidos anticuarios.
En su opera prima en el cine, tras pasar por la tevé como autor de "Todos contra Juan", Gabriel Nesci sobre la base de aquel film de Stephen Frears con John Cusack que se animaba sobre las pistas de los discos de vinilo y de esas guaridas sagradas de sus fans, llamado "Alta Fidelidad", nos acerca un retrato generacional de cuatro amigos, que si bien peca de ciertos esquematismos conforme a lo que esperamos de cada uno estos actores, en relación a caracterizaciones previas, logra un discreto y por momentos confidencial diálogo con el espectador, desde algunos pasajes que en sus variados matices despliegan los distintos comportamientos, expectativas y reacciones.
De numerosas maneras la expresión meridiana del film desearía apuntar a señalar que cada uno se puede conocer desde la música que elige, que ha seleccionado (un bellísimo y seductor juego introspectivo que ciertamente podemos repensar: ¿cuál sería la nuestra, querido lector?). Pero lo que a veces se sugiere, otras veces se remarca, se literaliza, se repite...y entonces, lo obvio vuelve a entrar en escena de manera triunfal. Y particularmente en lo que hace a las relaciones de pareja, en sus idas y venidas, dentro y fuera de la escena del juramento de amor, de la escapada y de la próxima coartada, de la nueva aventura.
Desde las mismas palabras del director, Gabriel Nesci, en lo que hace a este proyecto y expresadas en una conferencia de prensa, podemos trazar un puente respecto de lo que escuchamos de boca de los personajes que interpretan Gastón Pauls y Carolina Peleritti, cuando él le comenta a ella sobre su nuevo proyecto, quien enojosamente responde: "O sea que vas a subestimar al público con una historia liviana, superflua, previsible, con personajes inverosímiles...Si te querés meter con el amor, ¿por qué no lo hacés de una forma real y profunda en vez de quedarte en la superficie?".
Comenta, entonces, Gabriel Nesci que esto, que en el film escuchamos así, de manera textual, es lo que le dijeron a él cuando dio a conocer el proyecto de esta comedia, "Dias de Vinilo". Y que él, por otra parte, a diferencia del personaje de Gastón Pauls, está muy cómodo con el mismo género comedia. No creo, por otra parte, que pese a las objeciones que planteo, el film subestime al público, como sí lo hacen, y así lo creo, "El atraco" y "Todos tenemos un plan".
Cuatro amigos, no ya los de Arthur Penn ni los de Federico Fellini. Y lejanos, los de Rob Reiner y Ettore Scola. Ni tendrían porqué serlo, claro está. Con algunos tics de las comedias de los 80 del cine estadounidense, de esas llamadas románticas y mucho swing de color local... particularmente en los vocablos. Amigos que se preguntan sobre el amor, que se reúnen desde complicidades y confidencias; pero que no escapan, en este film a un trazado que se mueve en modelos de un reconocible conformismo; que no acepta miradas sobre las diferencias, en el orden de la construcción del mismo diseño del relato en lo que hace a las elecciones de los cuatro amigos.
Y si hay un personaje que se filtra, así, de manera insospechada, irrumpiendo, es el que compone con sus sorpresivas máscaras, el actor Leo Sbaraglia: siempre en el mismo lugar, en el mismo ámbito, desde el mismo encuadre, frente a la misma persona, repitiendo un permanente simulacro, representando ante los ojos de un atónito director de cine, de mediana edad, un permanente juego de ilusión óptica.
Igualmente, cómo no agradecer, que en un plano, en un fugaz plano, uno de los personajes tenga en sus manos, ese gran libro de cabecera que se va recreando desde la voz y la escritura de dos inmortales. El cine según Hitchcock de Francois Truffaut.