Una amistad melódica
Con mucho humor y música, Días de vinilo se presenta como una buena elección para reírse un rato entre amigos. Lejos de ser pretenciosa, se introduce en el cine con una propuesta que está de moda en estos últimos tiempos, como es el recuerdo. Situándose en el presente pero haciendo un ida y vuelta con el pasado, nos cuenta la historia de cuatro amigos que están unidos por la música. Ellos son: Damián, Marcelo, Luciano y Facundo. El próximo casamiento de uno de ellos los hará reflexionar sobre la vida que están llevando y las metas logradas hasta ese entonces. Siendo unos treintañeros se plantea el dilema de lo que uno planea ser cuando se es joven y lo que resulta con el paso del tiempo. Crecer y afrontar la vida que cada uno lleva también será uno de los dilemas. Se encuentran de esta forma desafiando traumas y comportamientos erróneos que parecían imposibles de superar.
La clave por la que Días de vinilo es una buena película está basada no tanto en los buenos actores, sino en el rol que se le ha asignado a cada uno. De ahí que Emilia Attias resulta tolerable gracias a un papel acorde a sus posibilidades, lo mismo que con Gastón Pauls. Pero no por eso hay que negar que actores como Rafael Spregelburd y Fernán Mirás resultan de lo más atractivos y realzan el film. El buen posicionamiento hace que cada uno de los intérpretes desde su lugar sea gracioso y no se deposita en una figura o dos los momentos de comedia. Aunque sí se da que el papel de Leonardo Sbaraglia es pura y exclusivamente una parodia humorística sobre la figura del actor estrella, con lo cual cada vez que hace una entrada lo que se espera de él es otro más de sus disparatados pensamientos.
Los encuentros de Damián (Pauls) con Vera (Inés Efrón) y las acciones que luego realizan juntos por la pérdida del guión de cine que él escribió remiten en múltiples aspectos a Todos contra Juan (justamente el director de este film, Gabriel Nesci, es el mismo que hizo la tira televisiva). Es entonces, el papel de Damián el de una persona un poco frustrada y blanco de risa de quienes estuvieran a su lado.
Otro de los temas importante para nombrar es la parodia que se realiza de los clichés del cine, sobre todo en los recursos que se utilizan para mostrar al amor. Surge el planteo de qué es realmente lo interesante para contar y cómo a veces lo muy elevado termina siendo o cometiendo el pecado de ser pedante y poco interesante.
Todo esto de la mano de la música, hilo conductor de todo el film y sobre todo soporte de la amistad de estos cuatro personajes. La elección y los cortes de diferentes canciones que son gloriosas para gran cantidad de personas son un gran acierto, ya que hacen disfrutar al oído y generan un sentimiento cómplice entre los actores y el espectador. Es que Días de vinilo es un film que busca permanentemente la complicidad del público. Y por suerte la consigue.