Una que sepamos todos
Damián (Gastón Pauls), Luciano (Fernán Mirás), Marcelo (Ignacio Toselli) y Facundo (Rafael Spregelburd) son cuatro amigos de la infancia a los que un día, literalmente, les cayeron vinilos del cielo. Desde entonces, la música los acompaña y esos discos, un verdadero tesoro, se convertirán en la vara con la que midan a los demás. Así, sostienen que no hay mejor manera de saber cómo es una persona que no sea conociendo sus bandas y canciones preferidas.
Los amigos andan un tanto revolucionados, Facundo esta por casarse después de diez años de relación; es el único de los cuatro que pudo sostener una convivencia tan prolongada. Luciano es un hipocondriaco obsesionado hasta el extremo con su novia, una cantante muy desestructurada, que no tarda en fletarlo porque necesita espacio. Marcelo jamas ha podido mantener una relación, pero hace veinte años que lidera una banda tributo a los Beatles, que no tiene demasiado éxito; y Damián no termina de recuperarse de una ruptura amorosa con una crítica de cine snob y pretenciosa, que no solo le destrozó el corazón, sino también su película.
Los cuatro tienen algo en común: las relaciones amorosas no parecen ser su fuerte, y sus vidas estan llenas de referencias no solo hacia la música, sino también hacia la infancia.
Los días previos al casamiento de Facundo, los amigos pasan por toda clase inconvenientes y aventuras. Nuevas mujeres que se les cruzan por el camino, intentos de escribir guiones, de cambiar de trabajo, y de superar nuevos obstáculos, y otros problemas que vienen arrastrando desde hace tiempo.
La historia es simple, accesible, como para que el espectador se ría, no por recurrir a lugares comunes, sino más bien por esa cosa de "una que sepamos todos". El guión es redondo y efectivo, todo cierra y funciona. Entramos en la historia de forma natural, viendo la infancia de cada uno de los personajes, con un relato en off, como una especie de video clip, que de algún modo nos explica, de forma sintética y ganchera, como fue la vida de cada uno, y como llegaron hasta ahí. Es imposible no relacionarlo con una sitcom, no solo por lo dinámico, sino también por los diálogos muy trabajados, donde todos los personajes tienen frases y remates ingeniosos.
Visualmente es tan detallista y cuidada, que eso la hace aún mas dinámica. Cuenta con muy buenos actores, todos creíbles y cómodos en sus roles. La química entre los amigos funciona de maravillas. Se destaca Fernán Mirás, como un sensible y obsesivo conductor radial, que no tiene mucha suerte con las mujeres. Leonardo Sbaraglia tiene pequeñas, pero brillantes apariciones, parodiándose a si mismo, mientras Damián trata de convencerlo para que lea su guión.
Mas allá de la redondez y del buen resultado final, ya vimos bastantes historias de jóvenes ya no tan jóvenes, que parecen no poder salir de una adolescencia eterna. Otra cosa un tanto flojita, es ese lugar común de ver a la mujer como algo inentendible, y por momentos como las malas de la película. Pero por otro lado, todas las actrices resuelven muy bien sus roles, tratando de encontrar la vuelta, para no caer en lugares fijos y estereotipados.
Inés Efrón está excelente, como una vendedora de cosméticos y aspirante a actriz, inocente y colgadísima, pero que parece ser la única que puede despabilar al deprimido Damián. Maricel Álvarez compone a una obsesiva y enérgica Karina. Y le encuentra la vuelta para mostrarla como una mujer compleja, pero que sabe lo que quiere, más que como a una novia obsesiva a punto de casarse. Emilia Attias y Carolina Peleritti, están un poco mas estereotipadas en sus roles, como la cantante bohemia y la critica estirada.
Después de días agitados, en que estos amigos parecen perder el rumbo, para en realidad, enfrentarse a ciertas cosas que no pueden seguir como estaban, la historia se va resolviendo, se escuchan un montón de clásicos, y cada uno parece encontrar su camino.