Menos Diez
Resulta muy difícil encontrar algún punto a favor de esta película dirigida por Roberto Salomone y Daniel Alvaredo, escrita por Osvaldo Cascella, que por esas inconsistencias -para utilizar una palabra feliz- llegan a estrenarse y ocupar un espacio en la cartelera local. No se trata simplemente de un film que atrasa cincuenta años en su concepto de humor, tono y desarrollo, sino de preguntarse por el cómo más que por el qué.
El cine argentino de Luis Sandrini en una de sus etapas contaba historias de buenudos, perdedores, tipos a los que no le salía una y le ponían una sonrisa a la desgracia. Quique (Diego Pérez) representa ese tipo de personaje: monaguillo, laburante en una fábrica, buen esposo, buen cristiano, gran amigo, solidario, a quien de la noche a la mañana le suceden todas las calamidades juntas. Se queda sin trabajo, la mujer lo deja y encima le roban toda la plata de la indemnización en una salidera bancaria. Enojado con Dios, amaga con abandonar la conducta de los diez mandamientos pero nunca lo cumple y sigue en el rebusque para ponerle la otra mejilla a la tragedia de su existencia.
Diego Pérez hace lo que puede y se adapta al tono de la película con la ayuda de Roly Serrano en un papel secundario, mientras que ninguno de los sketches que componen la trama funcionan. Realmente, Diez menos parece un programa de televisión viejo, sexista y falto de ideas.
El costumbrismo era algo que parecía erradicado en el cine argentino de las dos últimas décadas por lo menos pero con propuestas de este nivel y calidad parece cobrar fuerzas para volver.
Esperemos que no.