Diferentes, pero a los postres, iguales
Hace unas semanas atrás, recibíamos en cartelera una película italiana llamada “Mine Vaganti”, en la que el tema central era la aceptación por parte de una tradicional familia, de la homsexualidad de uno de sus miembros. El director de aquella cinta era Ferzak Ozepek, cineasta de ascendencia turca que milita desde su lugar por la igualdad y que hace de sus historias, relatos panfletarios que giran sobre constelaciones familiares. Extrañamente nos llega ahora otra película donde el protagonista también es gay, del mismo origen pero en franca clave de comedia romántica. Hacemos la llamada porque los títulos comparten algunas características y se integran a una percepción de lo que tiene éxito en la península, un cine colorido, campechano pero que reflexiona sobre sus costumbres y sus valores a la luz de los cambios en el mundo moderno.
“Diferente da chi” es una película extraña. Tiene un inicio desopilante (donde todo transcurre a gran velocidad) en los cuales la presentación de la historia promete. Piero (Luca Argentero) milita en un partido de centro. Es algo así como concejal y su rol no es de peso para su agrupación…pero la casualidad lo pone de cara a un desafío importante, participar en las primarias como candidato alternativo de su partido. Si bien sus compañeros saben que es gay, piensan que eso favorece la estrategia política a la hora de votar: no tiene chances de ganar. Los viejos políticos en realidad necesitan un candidato para perder y resaltar así la figura del delfín oficial, un hombre de edad, que naturalmente, gana la elección por amplio margen. Pero algo sale mal y en la noche del festejo, fallece. Piero se queda así con la candidatura ante el asombro de un partido que no pensaba tenerlo como primera figura para pelear la jefatura de Roma. Planteadas así las cosas, se les ocurre adosarle una compañera de fuste para equilibrar la fórmula: Adele (Claudia Gerini), una vice tradicionalista, seria y formal que cada dos palabras dice “familia”. De más está decir que cuando se cruza con Piero para discutir la plataforma, los planetas estallan. No tienen nada ver y la verdad es que juntarlos sólo tendría sentido en la arena política (!).
Hasta ahí la historia se presenta divertida y las observaciones sobre el armado partidario son ocurrentes e incisivas. Lo mismo con la caracterización de los personajes. Pero cuando Piero y Adele tienen la primera pelea con sus asesores algo empieza a hacer ruido. El libro abandona la línea que venía trabajando (la de una comedia que analiza las diferencias de género y la problemática de la inserción gay en la sociedad formal italiana) y la sustituye, de un volantazo, por una historia romántica. De golpe. Apenas podemos dar fe a lo que vemos. Piero (que está casado hace 14 años con otro hombre) comienza a relacionarse con Adele para integrar una fórmula con posibilidades de ganar y eso hace que tengan que conocerse. La tensión que ellos traen con su visiones del mundo se transforma en atracción y... bueno, mejor no anticipar como sigue la historia. Lo cierto es que la veta humorística y la aguda visión esbozada al inicio, se pierden. Nace otra película, una más simple de enredos y tríos, clásica y a la que ya estamos acostumbrados. Una verdadera pena.
No importa la química que tenga el trío protagónico en pantalla, lo cierto es que todo lo que viene después, importa poco. Las decisiones que cada personaje tome a la hora de confrontar sus verdades individuales serán accesorias para el espectador, lo único que quedará es la sensación de que al film le sobra metraje. Es cierto que pasan muchas cosas en poco tiempo, pero el vértigo de la narración importa poco cuando la dirección es la previsible.
Umberto Riccioni Canteni (el director) se presenta en sociedad con esta ópera prima. En la taquilla de su país no le fue tan mal aunque luego de esta producción (de 2009) no volvió a los largometrajes aún. Por algo será. Lo cierto es que las oscilaciones en este debut terminando redondeando una propuesta flojita y que se vende como transgresora, pero que en el fondo no lo es.
No podemos decir que “Diferente de quién” sea una mala película. Está bien filmada y hasta puede que pasen un rato agradable, lo negativo es sentir al salir de la sala que esta podría haber sido una gran película. Una historia que aborde con cinismo y descarnado humor, el escenario político que podría darse en cualquier sociedad tradicional si el principal candidato a vencer fuera homosexual y su compañera de fórmula, una derechista de convicciones. Esa amarga sensación de no haber visto la película que esperábamos es la que depara el cierre.