Tensión entre aventura y mensaje
Cuando se estrena un film infantil fuera de temporada, apenas un mes después de las vacaciones de invierno, se despiertan fácilmente los prejuicios en el crítico. Y no sólo porque una época como fines de agosto es donde las películas de este género van a morir, casi sin posibilidades de convertirse aunque sea en un mediano éxito. Demasiadas veces las limitaciones en el lanzamiento se equiparan con la calidad del film estrenado, que es claramente de relleno. Pero por suerte Dinosaurios, sin ser gran cosa, esquiva algunas (bajas) expectativas previas y es bastante más interesante de lo que podría parecer.
El film de Yoon-suk Choi y John Kafka se beneficia de un arranque a toda velocidad, donde es el mismo protagonista, un chico llamado Ernie, nos va presentando su pueblo, dedicado a explotar la pasión por los dinosaurios, de la cual él es el primer cultor, pero también al resto de las personas que lo rodean. Está su hermana Julia, con la que se detestan mutuamente, su mejor amigo Max -que es un completo freak- y su sobreprotectora madre, Sue. Ernie es de esos que aman meterse en problemas y que lo único que quiere en la vida es la aventura permanente, casi sin pensar. Su carácter temerario será lo que lo llevará, obviamente, a viajar accidentalmente, a través de una máquina del tiempo inventada por el padre de Max, junto a su mejor amigo y su hermana, 65 millones de años atrás, a la época en que la Tierra era dominada por los dinosaurios. Allí serán adoptados por Tyra, una T-Rex con un instinto maternal a prueba de balas, y perseguidos por Surly y Sarco, dos malignos dinosaurios rivales de Tyra, mientras tratan de encontrar la forma de volver al presente.
En Dinosaurios, en especial a partir de la concreción del viaje en el tiempo, se percibe una constante tensión entre el avance de la narración vinculada a la acción, la exploración y el descubrimiento de un universo desconocido y fascinante -con evidentes reminiscencias a la saga de Jurassic Park- y la necesidad de transmitir un mensaje al público infantil, buscando resaltar el lugar de la familia, la maternidad, la hermandad y la amistad como pilares afectivos. Lo cierto es que la película, cuando se contagia y le da el lugar central a Ernie, inclinándose por la primera vertiente, crece porque tiene algo valioso y atrayente para contar, aunque no sea precisamente original. Cuando se preocupa por bajar línea, por dejar lecciones de vida, es cuando más se aleja de poder impactar efectivamente en su horizonte de espectador, básicamente porque intenta transmitir a través de las palabras conceptos que ya están en las imágenes y la narrativa propia del género. Ahí pareciera que los realizadores no hubieran tomado en cuenta las enseñanzas dejadas por Steven Spielberg en Jurassic Park -donde lo afectivo no tenía necesidad de ser resaltado, porque iba claramente de la mano de la aventura- o la factoría Pixar -referentes absolutos en lo que respecta a la capacidad para combinar humanismo con entretenimiento-.
Aún así, Dinosaurios posee unos cuantos momentos donde supera las limitaciones de presupuesto, con algunas secuencias de gran fluidez y un ritmo vertiginoso que no le impide delinear personajes que salen de lo meramente superficial, adquiriendo espesor y logrando la empatía del espectador. Sin maravillar, deja en claro que sus dos directores, quienes previamente sólo se habían desempeñado en el ámbito televisivo, tienen ideas y determinadas concepciones de puesta en escena como para continuar su carrera en el cine.