MISIÓN DIVINA
A la nueva directora de la compañía le apasionan tanto los desafíos como imponer su autoridad frente a los jefes de cada departamento. Por eso mismo acomoda las palabras de Nicolás Lejeune, encargado de Demanche Música, y determina que el chiste sobre llenar el Olympia con un artista revelación en seis meses se torne el ticket de continuidad laboral del productor; de lo contrario deberá dejar el puesto.
Ni la proliferación de aspirantes ni los videos online o cds enviados al estudio poseen el atractivo adecuado para volverse un producto eficaz, sino más bien un conjunto de apologías al sexo y a los miembros viriles desde diferentes ángulos. Frente a tal estado de turbación, la respuesta se presenta como un designio milagroso: crear una banda compuesta por un cura, un rabino y un imán para demostrar la tolerancia religiosa y social así como también reivindicar el lazo entre la sociedad y sus creencias.
Dios los cría y ellos… trabaja los dos momentos que debe atravesar Nicolás junto a su asistente Sabrina para cumplir el objetivo. El primero enfocado en la búsqueda de los artistas a través de la investigación por la web, las escuchas de los materiales o las visitas a bares, iglesias y demás espacios para encontrar a los candidatos ideales, los pactos para que cada uno acceda, los contratos y los acercamientos iniciales entre los hombres y las religiones.
El segundo profundiza el vínculo humano y musical de los cinco, la grabación de los videos clips plagados de clichés, la composición de temas y del hit coexistir (nombre del conjunto y título original de la película) y el contacto con el público. Es en este punto donde radica el mayor inconveniente del filme de Fabrice Eboué, quien también encarna a Nicolás.
Las acciones, los gestos y los diálogos refuerzan su carácter previsible, conocido, monótono y con chistes recurrentes que ya no causan gracia como el cura que se aprovecha de los niños o los musulmanes que provocan atentados. Pero el mayor exabrupto es que los cinco personajes se convierten en caricaturas de sí mismos ya sea exaltando estereotipos de cada religión o, en el caso de Nicolás y Sabrina, desdibujándose en las perturbaciones personales de un hombre que perdió a su familia por un desliz o una mujer que se acuesta con cualquiera –incluso con aquellos que no le interesan– para no sentirse desdichada y sola.
Si bien el director busca plantear una mirada esperanzada y de unidad en tiempos de violencia extrema y poca tolerancia, la película queda atorada en una exageración constante que evapora las buenas intenciones; una seguidilla de lugares comunes articulados con una canción pegadiza e historia de vida poco profundizadas como los únicos vestigios de la comedia y la idea diferente.
Por Brenda Caletti
@117Brenn