Comedia con toda la mezcla de sabores de la vida moderna.
Viene a la memoria "La jaula de las locas", cuando Michel Galabrú, caracterizando a un burgués de provincia, llega al hogar y le cuenta horrorizado a su esposa: "Murió el presidente de nuestra Liga de la Decencia. En un burdel. Con una mujerzuela. Menor de edad. ¡Negra!". Ese remate es antológico. Lo mismo, las salidas de Louis de Funes como empresario (también de provincia) enardecido contra cualquier persona que no fuera francesa de pura cepa en "Las aventuras del Rabbí Jacob". Pero el burgués terminaba casando a su hija con el hijo de un italiano de "dudosa moral", y el empresario se metía en la piel de un judío y ayudaba a un rebelde árabe (ambos vestidos de rabinos). Ahí también había un casamiento poco convencional.
Esas eran dos comedias locas de los 70, políticamente incorrectas pero brillantemente avanzadas, gozoso antecedentes de la que ahora vemos. Acá las bodas se multiplican y la anhelada pureza racial y cultural de otras épocas se difumina todavía con mayor fuerza. Son los tiempos que corren. Y los dueños de casa deben resignarse y darles la bienvenida a los novios de sus hijas: un judío, un musulmán, un chino, ¡un negro! Pero católico. El problema es el consuegro, un negrazo de mal carácter tremendamente racista y francófobo. La horma del zapato, la pesa que equilibra el platillo, y no diremos la imagen que devuelve el espejo porque eso ya sería demasiado oscuro.
En suma, una comedia costumbrista con toda la mezcla de sabores de la vida moderna. Doce millones de espectadores tuvo esta película en Francia, siguiendo la estela de aquel megaéxito que fue "Amigos intocables", casualmente sobre la linda relación entre un blanco rico pero lisiado, y un morocho pobre pero bien dinámico.
Protagonistas, Christian Clavier y Chantal Lauby. ¡Hay que ver las caras que ponen a medida que la familia crece! No practica el histrionismo de Louis de Funes, pero es muy expresivo este Clavier. Atención también a Pascal Nzonzi, el consuegro, que de zonzo no tiene nada, y pulgas tampoco. Y al autor de todo, el comediógrafo Philippe de Chauveron. Y a las cuatro hijas casaderas de esta historia, que son una francesitas preciosas (de pura cepa).