El señor y la señora Verneuil, burgueses de provincia felices de ser como son y orgullosos de la vieja Francia, enfrentan un gravísimo problema: sus cuatro yernos quieren mandarse a mudar lo más lejos posible. Eso significa que también se irán los nietos, cosa inaceptable para cualquier abuelo. Habrá que ingeniárselas para retener a esa gente de algún modo. Todavía no lo dijimos: los yernos son un negro, un judío, un chino y un musulmán. Y ésta es la continuación de una linda comedia llamada “Dios mío, ¿qué hemos hecho?”, donde las hijas presentan a sus respectivos novios, para escándalo de sus padres y todo eso. Si el espectador no la vio, no importa, enseguida va a comprender cómo es la cosa (y querrá ver también la primera). Al cuarteto multirracial se suman un sirio exiliado, medio raro, el cura que lo ubica con el matrimonio que no gana para sustos (pero sí para darse unos cuantos gustos), y un consuegro africano grandote, hosco y racista: detesta a los blancos, y más si son franceses. Pero él también tendrá lo suyo cuando su hija le confiese con quién piensa casarse.
Por ahí va la mano, que recuerda un poco las comedias de Louis De Funes, o de Darío Vittori, por dar un ejemplo más cercano (e igual de antiguo). Comedias risueñas, convencionales, costumbristas, amables. Xenófobas, chauvinistas y reaccionarias, dirán algunos. Y bueno, puede ser. Pero divertidas. Y que se aguanten, porque en Francia ya están por estrenar la tercera parte, con la invasión de los cuatro consuegros. Director, Philippe de Chauveron. Protagonistas, Christian Clavier y la siempre agradable Chantal Lauby.