El gran protagonista es invisible y es, ante todo, una entidad benevolente. La reiterada oración que se repite en el film como un talismán sonoro hasta se dice en un idioma que no es el inglés: “Dios es bueno”. El antagonista no es el diablo, sino una actitud pestilente que infesta las almas de Occidente en los últimos siglos, la secularización.