Canciones y emociones azucaradas.
Escrita y dirigida por Dan Fogelman -guionista de Loco y estúpido amor, Cars y Enredados -, Directo al corazón es una ópera prima cargada con conocimiento heredado. El conocimiento es industrial, de las tradiciones menos filosas y de la variante azucarada. Ésta es una película convencida de jugar emocionalmente fuerte, pero dentro de las variables de digestión más sencilla.
Danny Collins, el protagonista y título original del film, es un cantante veterano, con todo el brillo de piel tostada, camisa desabotonada y accesorios que es capaz de portar Pacino en variante histriónica pero sonriente. Cuando recién empezaba, Danny recibió un mensaje que no le llegó cuando debía llegarle. Y su carrera podría haber sido muy distinta: quizás ese mensaje -de John Lennon, nada menos- lo habría llevado por otros derroteros, distintos a los de repetir de forma frenética un hit que debe estar entre lo más pegadizo de la historia de las películas sobre cantantes añosos. Danny está cansado, en crisis, y la carta lo hace cambiar de crisis y de energía. Y conoce y quiere conocer a gente nueva y a gente que tendría que haber conocido antes.
La película corre el riesgo de desbarrancarse por completo y coquetea con abismos argumentales y de tono blandengue en varias ocasiones. Pero se mantiene rítmica, tensa argumentalmente y -no demos más vueltas- mayormente encantadora. Directo al corazón atraviesa sus propias trampas -las enfermedades, las recaídas forzadas- con una determinación inusual, con una convicción que contagia. Todos los involucrados transmiten confianza en el gesto, por más que algunos de esos gestos se podrían haber evitado con un guión más sobrio. Pero la sobriedad y la medida no son los fuertes de este relato; sí el maximalismo emocional y tal vez emocionante.
Pacino está en modo expansivo-simpático; Christopher Plummer, en modo sabio y con frases contundentes; Annette Bening deslumbra con su fotogenia y con su capacidad de devolver diálogos filosos -ya lo había hecho con Kevin Costner en la insoslayable Open Range-, y Jennifer Garner y Bobby Cannavale remontan con entereza las mayores dificultades del planteo narrativo.
Directo al corazón tiene una astucia endiablada para decir -siempre con toneladas de dulce, aunque con claridad- que el dinero soluciona muchas complicaciones. Y, mejor aún, ésta es una película musicalizada con canciones de John Lennon. Allí donde otros films de su misma clase industrial suelen abusar de música anodina, aquí hay grandes hits de Lennon solista. Para cuando llega la inoxidable "Instant Karma", la película, con un cierre felizmente sintético e inesperado, quizás hasta haya conseguido contagiar su alegre optimismo. Efímero, pasajero y un tanto atolondrado, sí, pero genuino, es decir, con azúcar real, de la dulce.