En el campo argentino, los “espantos” aparecen en pleno día, mayormente a la siesta o en momentos de similar quietud. Si alguna otra cosa rara sucede en la semipenumbra, quizá sea consecuencia de lo que anda por ahí al rayo del sol. O tal vez sea culpa del miedo, la ignorancia o la precipitación que lleva a tomar decisiones extrañas. O culpa de un callado embeleso que deja que otra gente tome esas decisiones sin poder hacer nada para evitarlo. Esta historia transcurre en algún lugar de las afueras, hasta donde llegan una joven madre y su niña en plan de descanso. El hombre llegará después, quizá cuando ya sea tarde. Quien viene a ayudarlas es una vecina también joven, con su hijo, algo más grande que la nena. “Pero ya no es mi hijo”, dice la mujer, y ese es el primer paso hacia el abismo. No empieza acá la historia, y conviene prestar atención desde la primera escena. La joven madre le está contando al que ya no es el hijo los detalles de esa relación, en busca de un momento clave. Dentro de ese relato va también lo que le ha contado la vecina. Los tiempos se alternan, la inquietud se acrecienta, irónicamente en un lugar que aparenta estar quieto.
Si se quiere, esto es una fábula sobre los miedos maternales, por los peligros que puede correr una criatura, y los cambios que habrá de tener esa criatura por más que se la cuide, o porque no se supo cómo cuidarla. Pero la fábula no quiere ser solo eso. Acá hay unos asuntos de transmigración de almas, de curanderismo, de contaminación de cultivos, y de atracción sensorial, que hacen todo más complejo y terrible.
No es una película de terror. Solo es extraña, inquietante, incómoda. Algo en ella puede sonar como una tontería. Y sin embargo agita temores reales en quienes la miran. Realismo fantástico, no mágico, puede considerarse lo que hacen la escritora argentina Samanta Schweblin y la directora peruana Claudia Llosa, la misma de “La teta asustada”. Juntas le sumaron nuevas miradas a la novela de la primera. Y tuvieron calificados pinceles para ilustrar lo que habían imaginado: las actrices María Valverde, Dolores Fonzi, Cristina Banegas, el jovencito Emilio Vodanovich (“Acusada”, “Lobos”), Sandra Hermida, productora, Óscar Faura, director de fotografía, Guillermo de la Cal, editor (toda gente de J.A. Bayona), la compositora inglesa Natalie Holt, Mark Johnson, Tom Williams, Pablo Larraín, coproductores. Renglón aparte, Germán Palacios, Guillermo Pfening, los niños, el campo y los caballos.