“Hay que prestar atención a los detalles”, repite una y otra vez David (Emilio Vodanovich) como una voz extraña que llega desde el más allá. Su tono aniñado, pero firme conduce a Amanda (María Valverde) en sus recuerdos, vagos y extraviados por el insistente ejercicio de la memoria. Distancia de rescate se afirma en una voz evocadora, en un relato fragmentado, en un juego temporal que entreteje retazos de presente y pasado para dar sentido a lo que vemos y a lo que se nos escapa. Claudia Llosa (La teta asustada) logra materializar en su puesta en escena ese complejo andamiaje de la literatura, la reconstrucción de los sucesos a partir de sus pequeños detalles, sus pistas dispersas en la imagen, ocultas a nuestra vista como las gotas tramposas del rocío.
La conversación entre Amanda y David se suspende en el off y desde ese tire y afloje de la reconstrucción presentan la llegada de Amanda a un paraje rural de la Argentina, una estancia veraniega rodeada de campos sembrados, sus rutas convertidas en límites entre lo construido por el hombre y lo reclamado por la naturaleza. Amanda recuerda también la primera imagen de Carola (Dolores Fonzi), arrebatada y fascinante, incluso en el mundano transportar de dos baldes de agua potable. Ambas son madres, pero muy distintas; Amanda de la pequeña Nina (Guillermina Sorribes Liotta), aferrada a su peluche, temerosa de ese entorno ajeno a la ciudad; Carola de David, aquel eje del misterio, inquietante entrevistador que impulsa al armado de la historia, corazón de ese asomo fantástico que parece esperar tras la inocencia de la infancia.
Llosa perfila sus hallazgos en la fidelidad a la novela de Samanta Schweblin, en la selección de sus mejores diálogos, pero también en la potencia que sus imágenes brindan a ese horror inexpresable que invade a Amanda. La distancia de rescate que la separa de su hija, que la mantiene alerta al peligro, es la que se disgrega en esos planos embriagantes que la rodean y la asedian: su entrada al pueblo como al diagrama de un laberinto, la experiencia de la soledad en el lago como preámbulo del mayor terror, la repetición del relato infantil nocturno como una premonición. Al esquivar el imaginario tradicional del terror, Llosa afirma la inquietud en lo concreto, en el agobio de lo material: la luz en lugar de la oscuridad, lo que se ve en lugar de lo que se oculta, lo que se afirma en lugar de lo que se niega.
Distancia de rescate condensa los peligros de nuestra existencia en la dimensión oscura de la creación humana, la de su descendencia y la de su intervención en la naturaleza. Allí se conjugan los miedos, allí el cine consagra a la literatura.