Hace ya varios años un editor/escritor tuvo la brillante idea de publicar un libro de cuentos para niños con la premisa de todos pertenecer a grandes autores, así nació “Cuentos para chicos de autores grandes”.
En este libro uno puede encontrarse con cuentos de Chejov, Twain, Tolstoi, etc. y también hay uno del editor, pero es tan buena la selección que hasta se le perdona el narcisismo casi primario, o primitivo, digamos.
Toda esta introducción se debe exclusivamente a la odiosa comparación, casi ineludible, en el filme que nos convoca.
Décadas pasadas se producían también (no vaya creer que es un descubrimiento del siglo XXI) películas para preadolescentes, así nos regalaron grandes comedias como “Quisiera ser grande” (1988), o mucho antes tuvimos del gran Stanley Kubrick “Dr. Insólito” (1964). Ambas tenían como principio regulador no burlarse del intelecto del público al que iba dirigido, sin tomar en cuenta que eran muy buenas realizaciones.
De la catarata de pavadas que empezaron a surgir con la sola intención de acumular taquilla, o derretir cerebros en formación, no se cual es la variable primigenia, tuvo en la saga de Harry Potter a su modelo a seguir, luego aparecieron “Crepúsculo”, “Los juegos del hambre” y ahora “Divergente”. En ésta se torna muy sencillo descubrir los “homenajes” a sus antecesoras, y otras más, desde la estructura del relato (“Los juegos…”) a la subtrama de amor casi prohibido (Crepúsculo….).
La historia sigue a Beatrice Prior, una chica de 16 años, que vive con sus padres y su hermano ¿mellizo? En un futuro posible, en la ciudad ahora fortificada de Chicago, en una sociedad que luego de la “Gran Guerra” ha decidido agrupar a las personas en cinco facciones que tratan a su manera de erradicar los males que los llevó a la contienda armada. Quienes culpaban a la intolerancia, crearon “Cordialidad”; los inteligentes que culpaban a la ignorancia se agruparon en “Erudición”, “Verdad” surgió de aquellos que estaban en contra del engaño; contra el egoísmo se fundó la franciscana (perdón Bergoglio) “Abnegación”; contra la cobardía y el miedo, “Osadía”. Todo esto es narrado con voz en off en la piel de la joven.
A la edad de nuestra heroína los chicos deben tomar una prueba, un test que determinará a cuál de las cinco facciones pertenecen. Ella pertenece a la facción Abnegación, pero los resultados le dan que tiene también cualidades para pertenecer a varias de ellas.. Elige “Osadía”, cosa que no parece ser muy inteligente cuando, según el test de aptitudes, la subrayó al mismo tiempo capacidades como para elegir “Erudición”, o la de su origen “Abnegación”.
Su hermano, pura bondad, elige “Erudición”. Explico. A estos se los conoce como Divergentes, los distintos, y estos por ser temidos, por no ser entendidos, deben ser eliminados, ella lo sabe, nosotros también, ahora, en tanto que el resto se irá dando cuenta con el transcurrir de los segundos, así de previsible.
Todo esto ocurre en los primeros veinte minutos de la historia, donde simultáneamente se aclara que los que tienen el mayor poder son los de Abnegación.
Luego, durante una hora nos invaden con escenas de acción muy bien filmadas, pero sin el menor suspenso, que sirve de preparación para los futuros custodios del orden (policías, ¡bah!). Todos pertenecen a “Osadia”, mucho músculo, poco cerebro, la versión yankee que tergiversa la de Juvenal, el poeta latino, “Mens sana in corpore sano”, o a la versión más reciente, finales del siglo XX, del grupo musical argentino “Les Luthiers” en su sketch sobre la televisión “El que piensa pierde”.
El resto del metraje se centra por un lado en la relación “casi” amorosa entre la ahora llamada Tris / Beatriz (Shailene Woodley) y uno de sus instructores, Cuatro (Theo James), quien no sólo descubre la verdad de Tris sino que la ayuda a revelar la incipiente revolución promulgada por los verdaderos malvados de la sociedad perfecta, los de la facción de los “Eruditos”.
Ahora que vuelvo a leerlo, ¿lo de facciones no suena más a “facho” que a fashion?
Retornando, la realización en cuanto a su manufactura es casi impecable, de libro mire, salvo cierto dejo que en algunos pasajes, parecería estar edificado desde una variable más televisiva que cinematográfica, ya que tiende a dar lugar a presentación de personajes y contextos de manera hábil, con potencial de desarrollo, situación que puede deberse a la continuidad del relato en otras tres películas, de las cuales dos ya tienen fecha de estreno, marzo 2015, y marzo 2016.
El director, que no estará en las próximas, se da maña para salir airoso. Él, con su producto terminado, no tanto el filme, las escenas están bien filmadas, posee buen ritmo narrativo, lo digital pasa desapercibido, las actuaciones son buenas, tanto de la pareja protagónica como la antagonista principal Jeanine (Kate Winslet) o los padres de Tris, Andrew (Tony Goldwin) y Natalie (Ashley Judd), elementos que de por sí no avalan el aburrimiento, pero tampoco lo detienen.
El problema se encuentra en el texto mismo, específicamente en el guión, todo aparece como repetido, previsible hasta en los giros que se muestran no generan ninguna sorpresas, como si uno los esperara. Más que divergente parece un filme detergente, demasiado lavado.