Matrimonio por conveniencia
El realizador finlandés Mika Kaurismäki nos tiene acostumbrados a comedias inteligentes donde el humor negro y la sutileza reemplazan muchas veces a los lugares comunes. También, cierta cuota de melancolía por un pasado que ya no está en relación al turbulento presente se respira en cada una de sus obras donde pululan personajes taciturnos u obsesionados por su historia y experiencias vividas y donde el amor siempre queda en un segundo plano y las segundas oportunidades completamente descartadas.
Pero pareciera que con esta comedia coral Divorcio a la finlandesa, el director de Juha ha optado por el camino de la comodidad para entregar lo que, sin lugar a dudas, es un film menor y con una clara intención comercial y for export en lo que a su nutrida filmografía se refiere.
Los personajes estereotipados y los lugares comunes surgen en cada secuencia de un film apenas atractivo por la propuesta en sí de una guerra de los sexos (imposible no asociarla directamente con La guerra de los Roses) en el marco de un divorcio de una pareja de profesionales, quienes deciden separarse en buenos términos compartiendo el techo hasta el momento del reparto de bienes. Ese es el caso de Tuula Helin (Elina Knihtilä) y Juhani Helin (Hannu-Pekka Björkman): ella, una consultora motivacional para empresas y él un terapeuta familiar que tras años de convivencia resuelven adultamente romper el contrato matrimonial comprometiéndose a terminar la relación de la mejor manera posible, sin rencores ni pases de facturas.
Sin embargo, cuando el hombre aparece en su casa con una amante mientras su ex esposa sigue viviendo allí el pacto de caballerosidad se rompe y ambos comienzan una guerra que involucrará a amantes ocasionales –de ambas partes- amigos y terceros en discordia.
En paralelo, la trama se ramifica en diferentes subtramas como la de la desaparición de una suma de dinero importante tras la dudosa muerte de una prostituta vinculada a la mafia de Estonia a la que un grupo de policías –hombre y mujer que mantienen una relación amorosa clandestina- le siguen el rastro que los conectará de alguna manera con los protagonistas.
El consabido cruce de personajes no tardará en llegar cuando se unan las dos historias, cuyos nexos son el proxeleta y hermanastro Wolffi (Antti Reini) y Nina (Anna Easteden), una prostituta contratada por el protagonista para hacerse pasar por su novia y terminar así expulsando a su ex mujer de la casa.
Más allá de algunas situaciones de enredos bien resueltas y que sacan alguna que otra sonrisa al espectador, da la sensación que Mika Kaurismäki no supo sacarle el jugo a la novela de Petri Karra (en quien se basó para construir el guión) y se conformó simplemente con presentar un relato agradable que -a veces- peca de elemental y, promediando la parte final, de sentimental en el peor sentido del término.