Dixit

Crítica de Oscar Ranzani - Página 12

El horror contado por sus víctimas

La película, de fuerte impacto emocional, recoge el relato de sobrevivientes de nueve centros clandestinos de detención, familiares y testigos. Los testimonios se contraponen con discursos de los represores y de sus apologistas.

¿Se puede representar el horror? El gran cineasta francés Claude Lanzmann, director de la monumental Shoah, siempre creyó que no. Por eso concibió la mayor obra cinematográfica sobre el Holocausto como un relato testimonial sin acompañamiento musical, voz en off ni imágenes de archivo. La pregunta puede efectuarse nuevamente si se analiza otro genocidio; en este caso, el perpetrado por la última dictadura militar argentina 1976-1983, porque, se sabe, la forma en que estos criminales actuaron tiene similitudes con los métodos empleados por los nazis contra los judíos. Y al ver Dixit, documental de Carlos Eduardo Martínez y Alcides Chiesa, queda claro que la fórmula empleada por ambos cineastas para darle estructura a su largometraje de más de dos horas de duración es la de la “cabeza parlante”, porque el corazón de su película radica en el relato testimonial de sobrevivientes de nueve centros clandestinos de detención (CCD), familiares y testigos. Y la fuerza y sobre todo la crudeza que tienen esos relatos permiten que hablen por sí mismos. De ahí, el título elegido. Aunque Chiesa y Martínez –que tampoco utilizaron la voz en off– no se privaron del acompañamiento musical ni de muy pequeñas –casi ínfimas– representaciones. Y también utilizaron material de archivo.
Dixit es un documento fílmico tan necesario como doloroso.
Imagen: Daniel Garcia / AFP.

La dupla planeó hacer un mapeo de lo sucedido en los campos de concentración argentinos, algunos de los cuales son conocidos por la gran mayoría, como la ESMA, La Perla o El Vesubio. Pero otros, al menos, no fueron tan conocidos. Tal es el caso del CCD que funcionó en el Hospital Posadas o el que se montó en la planta de General Pacheco de la Ford. Así es como se escucha al doctor Carlos Apesteguía contar que, a los cuatro días del golpe, llegó un batallón del Ejército al mando del general Reynaldo Bignone y “tomó este hospital como si fuera una plaza militar”. En ese lugar donde se salvan vidas, también se secuestró, se torturó y desaparecieron personas. No menos revelador resulta el testimonio de los ex delegados de la Ford Pedro Troiani y Carlos Propato, cuando recuerdan que con el ingreso del Ejército al interior de la planta automotriz parecía “que se venía una guerra dentro de la fábrica”, por la dimensión de los operativos de secuestros. Ambos brindan detalles minuciosos de cómo actuaban los represores contra los empleados.

Hay otros casos de sobrevivientes de CCD. Por ejemplo, Susana Reyes, que estuvo en El Vesubio, cuenta que junto a su pareja, Osvaldo, esperaban con ansias un bebé y cuando se enteraron de que ella estaba embarazada y estaban brindando por la noticia, un grupo de tareas irrumpió en la casa. Reyes relata cómo vivían las mujeres embarazadas en El Vesubio. Y también recuerda cuando le mostró su panza a Osvaldo y “ése fue su contacto con su hijo”. Si algunos testimonios son de fuerte impacto emocional, otros estremecen y producen escalofríos. Tal es el caso del relato de Toto López, sobreviviente de La Perla (Córdoba), cuando explica que los gendarmes comían pollo los domingos y los detenidos, muertos de hambre, buscaban los restos de comida dentro de la basura, mezclados con papel higiénico con materia fecal y algodones con sangre de menstruación de mujeres.

Los relatos de los sobrevivientes, familiares y testigos se contraponen con fragmentos de discursos de los genocidas y de sus apologistas tanto desde el campo del periodismo como desde la Iglesia Católica. Pero queda claro que este ejercicio tiene como objetivo poner en evidencia las barbaridades del régimen no sólo desde su accionar, sino también de su modo de comunicar. Así se lo puede escuchar a monseñor Bonamín, provicario castrense durante esa época, decir: “Cuando se olvidan los deberes de conciencia hay que multiplicar los medios de represión”.

Dixit es un documental difícil de digerir. No es tarea sencilla ver más de dos horas de testimonios de sufrimientos y, a la vez, de discursos de los perversos que orquestaron el genocidio en el país, defendidos impunemente por sus apologistas. En ese sentido, el espectador tiene que estar preparado para escuchar vivencias extremadamente dolorosas –algunos entrevistados lloran frente a cámara–, pero que trazan un panorama de cómo miles de personas lucharon frente a la adversidad en el momento más nefasto de la Argentina. Y, en ese sentido, hay que apreciarlo como un trabajo necesario porque rescata el valor de aquellos que pudieron sobrevivir al terrorismo de Estado, que padecieron en carne propia. Y también es necesario para que, a 37 años del golpe, todo eso que relatan sobrevivientes, familiares y testigos no suceda Nunca Más.