“Djam”: salvo la música, todo es tedio
Esta película se salva solo por la música rebétika, para quien guste de ella, y por la greco-belga Dafne Patakia, que gusta a casi todo el mundo. El resto se hunde en una historia falsa, demagógica, y tan desordenada, antojadiza e histriónica como su personaje. Responsable, el director Tony Gatlif, nacido Michel Dahmani en Argelia y consagrado con "Gadjo Dilo. El extranjero loco", que la actriz Rona Hartner, de grato recuerdo, trajo a Pantalla Pinamar.
"Gadjo Dilo" exalta el espíritu gitano. "Djam", el espíritu griego, según el clisé habitual de gente hedonista, arrebatada y bailarina. Así es Djam, la muchacha que interpreta Dafne Patakia, un espíritu libre, alegre y generoso que hace lo que le viene en gana. El tío (que no es el tío) le recomienda la mayor cordura y discreción posible, y en la escena siguiente ya la vemos bailando muy provocativa en un bar del bajo fondo. El tío le recomienda el uso de ropa interior, y ella tampoco le hace caso. Ya nos sorprendió al respecto apenas empezada la película, y lo seguirá haciendo. Eso puede atraer al público, pero después cansa. En el inventario se anotan unas vistas medio pobres de Mitilene y Estambul con cielo nublado, la "tierra de nadie" entre Grecia y Turquía, una francesa caracúlica, menciones de rigor a la crisis económica, un basural de salvavidas en Lesbos, y, como el tío, el cantante y actor francés Simón Abkarian, que acá no canta.