Es la tercera de una saga muy exitosa en su país de origen, Perú, donde existió un famoso ladrón de bancos que tomo su apodo de los spaghetti western. Con el mismo protagonista envuelto en una trama de venta de drogas, de niños, de adolescentes, en un ambiente de constante violencia y corrupción policial, con guerra de traficantes, captación de niños violentos y otros ingredientes que pueblan las miniseries latinas en distintas plataformas. Un contenido melodramático con muchos giros en su trama, un clima de constante nervio e insulto, con todos los modismos repetidos hasta el cansancio, en una extensa entrega, que da la sensación de una miniserie resumida. Las escenas de acción están bien filmadas y tiene elementos muy vistos en videoclips. Hombres muy malos, villanos de toda calaña, mujeres muy vistosas y violentas, y algunos personajes buenísimos secundarios siempre muy apegados a la religión. Compendio de lugares comunes del género pero con un ojo muy comercial para convertirse en éxito, de hecho fue la película más taquillera en su Perú.