Todo aquel que conozca aunque sea un poco sobre Quentin Tarantino sabe que tiene una debilidad por el spaghetti western. Si bien en Kill Bill Vol. 1 y 2 habíamos visto algo del género, con Django sin cadenas el director se da el gusto de realizar un western con todas las letras, por supuesto, con su estilo tan personal de siempre. Aquí Tarantino realiza un homenaje a los filmes de Sergio Corbucci con los que creció y que, de alguna manera, lo definieron como cineasta, mientras que a la vez se mete con un tema que los estadounidenses prefieren olvidar: la esclavitud en los EE.UU. del siglo XIX. Con todos estos condimentos, sumados a un espectacular elenco y la dosis habitual de gore y diálogos filosos, redondean un film soberbio y al mismo tiempo distinto a cualquier otro que se haya visto en el género.
Ambientada tres años antes de la Guerra Civil, los caminos de Django (Jamie Foxx) y el excéntrico cazarrecompensas Dr. King Schultz (Christoph Waltz) se cruzarán cuando este último lo libere de unos traficantes de esclavos. El hecho de que Schultz haya elegido liberar a Django no es producto de la casualidad, ya que es uno de los pocos que conoce a los hermanos Brittle, sobre cuyas cabezas pende una recompensa para atraparlos vivos o muertos (en este caso preferentemente muertos). Una vez logrado el objetivo, Schultz le promete a Django su libertad y algo de dinero, pero al enterarse de que la esposa de Django, Broomhilda, se encuentra esclava el cazarrecompensas decide ayudarlo a recuperarla. La búsqueda llevará al dúo a las puertas de Candyland, una plantación propiedad del sádico y despreciable Calvin Candie (Leonardo DiCaprio).
Generalmente en los westerns la línea trazada entre los buenos y los malos es bastante clara pero, como muchos de ustedes sabrán, la moralidad de los personajes de Tarantino no está puesta blanco sobre negro sino que tiende a preferir cierto tono de grises. Django es producto de un mundo lleno de odio que no se da cuenta de las atrocidades que comete, un mundo donde ver “un negro a caballo” es suficiente para horrorizar a todo un pueblo y detalles como ese son los que utiliza el director para dar su opinión respecto de aquel contexto histórico (la escena de Leonardo DiCaprio hablando sobre la Frenología es un gran ejemplo de ello). Tarantino también aprovecha para abordar el tema de la esclavitud visto desde afuera con el personaje del Dr. Schultz, cuyo personaje es alemán, pero no para decir simplemente “esto es malo”, sino para preguntarse “¿por qué la esclavitud se tomaba como algo natural para la época?”. En definitiva todo este subtexto se esconde detrás del humor y la violencia, pero está allí para el que pueda percibirlo.
En cuanto a las interpretaciones, en un elenco de por sí brillante los que se destacan son Leonardo DiCaprio, con un personaje que representa el espíritu del sur en lo que a la esclavitud se refiere y el que se roba la película con sus diálogos es el genial Christoph Waltz (merecidísima nominación al Oscar de por medio). Otro que aporta buenos momentos, sobre todo desde la comedia, es el habitual colaborador de Tarantino, Samuel L. Jackson. Además de las grandes actuaciones, Django cuenta con la gran banda de sonido a la que nos tiene acostumbrados el director: los habituales Ennio Morricone y Luis Bacalov (imprescindibles para cualquier western) y otras canciones anacrónicas completan la impecable lista.
Django sin cadenas demuestra la vigencia de un Tarantino que, si bien cuenta un relato conocido, le agrega su sello personal y lo hace único. Una puesta visual apabullante y grandes actuaciones hacen de Django un film de culto más que agregar a nuestra lista.