Muchas cosas y no tantas en una sola película
Una de las claves de nuestro trabajo es definir antes de comenzar a escribir las hipótesis básicas con la que se analiza la obra en cuestión. Lo puramente valorativo, aquello que parece importante en el trabajo crítico, es poco importante en este momento (aún cuando subyace en nuestra memoria el placer o disgusto provocado por la película). ¿Con qué arsenal de preguntas cuestionar el film? Bien, frente a Django sin cadenas hay muchos abordajes posibles y no necesariamente todos conducen a un mismo lugar.
Spike Lee, gran director de raza negra estadounidense creador de un cine muy vigente, a propósito de esta película le contestó vía twitter a una espectadora: “Te equivocas. Los medios son muy poderosos. No te duermas. Despierta”, pues ella había dicho que no había tanto para discutir, pues Django sin cadenas es sólo una película. El problema al que refiere Lee es el uso de la esclavitud como un mero recurso discursivo que legitima la violencia del protagonista y nada más. Sin dudas la banalización de la historia es una de las claves constructivas del cine de Tarantino. He aquí una vía de las tantas que podríamos intentar para pensar la película.
Por supuesto que podrían, a propósito de la esclavitud, la discriminación y el sentido de la historia, acercarse muchas críticas más de gran cantidad de críticos en varios lugares del mundo. Los apuntes acerca de los anacronismos, las falsedades y la mitificación del héroe no son impropios. Estas alteraciones respecto de aquello que se conoce como “verdad histórica” son recursos dramáticos frecuentes en el cine. Sin embargo esas operaciones no son inocentes ni gratuitas, implican un modo ideológico de reconstruir el pasado. Sobre eso Tarantino y los espectadores podrán o no interesarse, pero “que las hay, las hay”.
Django… es una película entretenida, que apela con mucha sagacidad a las referencias cinéfilas de adultos (el western en su versión “spaghetti” es una impronta marcada en grandes grupos sociales en todo el mundo) y a las estructuras narrativas sencillas, divididas en cuadros dramáticos concretos, continuos y autosuficientes. Con ello hace una película que no sólo se sostiene narrativamente, sino que no presenta complejidad alguna para el espectador. La trama, sostenida en la estructura de película “de vaqueros”, cuenta la historia de Django, un esclavo negro comprado y liberado por el doctor Schultz, un odontólogo devenido cazador de recompensas. Si en un primer momento el facultativo pidió a Django que le ayudara a identificar a un par de capataces de explotadores a quienes debía matar, luego emprende junto con él la búsqueda y liberación de su esposa, aún esclavizada, Broomhilda.
La película podría dividirse en tres momentos bien marcados, el encuentro y conocimiento de los personajes, el aprendizaje -donde Django se construye como el héroe, donde sus dones naturales son ajustados a la naturaleza del enemigo a enfrentar- y la batalla con el enemigo, a propósito de la intromisión en la hacienda del millonario Calvin Candie, para liberar a la bella Broomhilda. Esta estructura mítica también podría ser una de las interesantes vías de análisis de la obra.
Y si Django sin cadenas es un western, podríamos rastrear en las fuentes del mismo para encontrar cuáles son las tipologías y los estilos en los que abreva. Claramente desde la primer secuencia, cuando encuadres, zoom y música se encuentran para develar el formato del relato (más el título y la aparición de Franco Nero) se puede reconocer el estilo crudo y duro de aquel western spaghetti de la escuela de Sergio Corbucci. No está en nuestra intención -ni en nuestro talento- hacer una exégesis del género, de modo que no intentaremos esta vía de análisis. Lo único que diremos al respecto es que nos parece posible pensar que el tradicional héroe del western se desdobla aquí en dos: el dentista Schultz asume el rol del conflicto moral y la vía romántica (pues él impulsa el “viaje del héroe” aun cuando el enamorado es Django), mientras que el liberto asume el lugar del justiciero/vengador. De este modo el sentido trágico se desdibuja y la violencia se torna en un “sin sentido” histórico. ¿Cuánto devela sobre el sentido de la violencia en el héroe romántico el desigual duelo final, que deconstruye de un modo también interesante de analizar, el tradicional enfrentamiento final entre antagonistas irreconciliables?
Pero podríamos, finalmente, analizar Django sin cadenas desde la noción del espectáculo industrial moderno. Desde esta perspectiva la película es capaz de responder no sólo a las condiciones de consumo masivas, sino también demostrar cómo el manejo de recursos cinematográficos precisos y las funciones estéticas pueden articularse con tradiciones narrativas clásicas, para proponer una película entretenida, atractiva y visualmente impactante.
Seguramente se completarán infinidad de bytes (como antes se utilizaban ríos de tinta) hablando de esta realización de Quentin Tarantino. Seguramente la película será vista por millones de personas desde perspectivas completamente diversas. Seguramente no pasará a la historia como una obra maestra, ni mucho menos. Pero por suerte nos permite reencontrarnos con un cine industrial que admite miradas contradictorias e hipótesis de análisis complejas, al tiempo que nos entretiene durante casi tres horas. Y eso es mucho en el contexto del cine industrial del presente.