La venganza negra
A través de un western lleno de violencia y racismo, Tarantino construye una historia donde un esclavo negro es liberado y el infierno se desata en el sur de los Estados Unidos. Si bien presenta su lado más innovador a la hora de colocar como pistolero principal a una persona de raza negra, la película nunca encuentra su rumbo y las marcas típicas de su director no contienen la gracia ni el lugar justo en la trama.
"Django sin cadenas" es casi una historia de venganza, pero en su totalidad nunca se sabe bien cual es su objetivo. La realidad demuestra que la trama se divide en tres instancias bien marcadas y aunque la venganza sobrevuele todas ellas, solo al final se materializa firmemente.
Al principio, se nos presenta una road-movie de aprendizaje, donde Django y el Dr Schultz van por el sur recolectando recompensas. Aquí, aparece el racismo en su expresión más cotidiana y si bien los acontecimientos se narran con bastante agilidad, las acciones se dilatan demasiado al presentar demasiados diálogos cancheros que aportan muy poco a la historia (Ej. la reunión del Ku KluX Klan) o incluir escenas que tardan mucho en resolverse. (Ej. la discusión entre Schultz y el terrateniente blanco sobre como Django debe ser tratado). Es verdad que en esta instancia sucede el punto más significativo de toda la película cuando Django a fuerza de latigazos revierte los roles de los oprimidos a opresores, pero una vez terminada la película hay una sensación de que toda esta parte del relato pudo y debió haber sido más simple.
Luego viene la reunión con el Sr. Candy y la posterior visita a Candyland donde un intenso Leonardo Dicaprio y un gruñón pero muy sabio Samuel Jackson le dan vida a uno de los momentos más intensos del cine. Es aquí donde la película captura el lado más oscuro del comportamiento humano. Hay peleas hasta la muerte, negaciones de humanos e incluso miradas evasivas ante tanto horror. La tensión y peligro que recorre toda la visita a la plantación es impresionante. En cualquier momento alguna palabra de más o un falso movimiento puede desencadenar su muerte. No es hasta el final de esta instancia donde un simple apretón de manos traiciona a toda la película y "Django sin cadenas" se queda sin argumentos para poder ser realmente valorizada. En ese apretón es donde toda la historia realiza uno de los giros más inverosímiles del cine y todo lo posterior se vuelve intolerable para el espectador.
Por lo tanto, aunque dos tercios de la película hayan sido una expresión de gran cine, ya nada puede evitar caer en el enojo ante una historia que continua cuando debió haber finalizado y todavía le queda más de media hora para terminar.