Sentido y precioso homenaje al “spaghetti western” de Sergio Leone
Desde 1992 Quentin Tarantino se erigió, con un puñado de películas, en uno de los iconos de nuestro tiempo. Diálogos filosos, personajes desconcertantes e impredecibles, situaciones de charla convencional que hacen “real” la cuestión (como ese desayuno posterior a la apertura de “Prros de la calle” , de1992).
El hombre de Tennessee tomó todos los elementos culturales y sociales de la clase media-baja estadounidense y las licuó en películas. Allí están todos los objetos que definen una idiosincrasia: El cine clase B con las piñas sonando como parches de una batería vieja, los pochoclos, el fast food, los autos y las motos, la cerveza en lata, el rock and roll escuchado por la radio, hablar puteando casi todo el tiempo, y el resto de los factores que influyen en la cultura kitsch del siglo pasado y en lo que va del presente. Tanto es así que el lenguaje popular ha agregado una palabra nueva para definir estilos y tanto para los críticos como público ya tenemos para siempre acuñado el término “tarantinesco”.
Al reconocerse embebido de todo este contexto, este artista fenomenal se convierte en una suerte de cronista popular de su época. La violencia y lo bizarro están también presentes, y desde esos lugares es donde nace el morbo y el humor negro y ácido que también conforman una parte importante de su cine. Bien salido de la vida real.
Sí. Quentin Tarantino es de los que tendría sintonizado el canal Crónica TV si viviera en Argentina.
Todos los géneros y temáticas que él veía de chico cuando iba a esos cines de doble programa en continuado (como entre nosotros el Select Lavalle o el Electric ¿Se acuerda?), las vemos plasmadas en sus producciones. Policías y ladrones, autos potentes, karate, cine bélico, y ni que hablar de gángsters salidos de historietas tipo Ernie Pike, Skorpio o Nippur.
Faltaba el western. Su sentido y precioso homenaje al “spaghetti western” de Sergio Leone.
A pesar del título, deberá saber que “Django sin cadenas” no tiene nada que ver con aquél personificado por Franco Nero en la década del ’60, aunque viniendo de éste director a lo mejor se encuentra con alguna sorpresa.
Django (Jamie Foxx) es un esclavo negro que, encadenado junto a otros, marcha camino al mercado apenas un par de años antes de la guerra que cambiaría el destino de la esclavitud en los Estados Unidos. Son interceptados por el Dr King Schultz (Christophe Waltz), momento a partir del cual (una secuencia magistral), seguirán juntos unidos por un objetivo común más allá de las diferentes motivaciones de cada uno.
Adelantar más sería injusto. Todo será una gran aventura, preciosamente filmada en el marco socio-político mencionado anteriormente.
El guión, cabe destacar, se ocupa muy puntualmente de establecer, con crudeza en algunos momentos, y mucho humor en otros, un reconocimiento a la crueldad e injusticia a la que eran sometidos los negros, a la vez que algo mucho más universal más allá de los bandos. Esto del hombre siendo lobo del hombre y de la maldad está presentes en la humanidad por sobre las etnias.
“Django sin cadenas” está animada por un elenco de lujo. Además de los mencionados, encontramos a Don Johnson, Leonardo Di Caprio, Samuel Jackson y varios cameos, incluyendo al director mismo que una vez más prescinde de música original para realizar otra brillante selección que subraya magistralmente la tensión dramática de la narración.
Tampoco faltan los zooms veloces a la cara de los personajes (como hacía Leone), ni los juegos de miradas característicos del género y, por supuesto, las escenas de acción cada vez mejor filmadas y montadas.
Una de las imperdibles en lo que va del año.