Idealismo Tarantinesco
Si hay algo a lo que Quentin Tarantino nos tiene acostumbrados es al gran cine gran, y esta vez no es la excepción. Django compila todos esos elementos que hacen de Tarantino un director tan singular. Y los combina de manera tal, que demuestra tanto a sus fieles fans como a sus fieles detractores por qué su nombre resuena tanto en la industria del celuloide.
“Django sin Cadenas” cuenta la travesía de un ex-esclavo (Jamie Foxx) quien luego de ser liberado por un supuesto dentista, Dr. Schultz (interpretado por el magnífico Christoph Waltz) emprende un viaje por la patria que lo vio crecer (y esclavizar) en busca de su esposa, Broomhilda. Hasta acá todo bien, claro que siempre podemos agrandar el combo y por unas balas más tenemos extra sesos, sangre y un western muy logrado.
Si bien la película puede resultar un poco larga, se podría dividir mentalmente en dos capítulos o volúmenes (hablando en idioma Tarantinezco). Sin embargo, los personajes y los eventos se desarrollan de tal manera, que se siente como si estuviésemos leyendo sus pensamientos en las páginas de un voluptuoso libro, uno de esos que no podemos largar hasta no llegar al final. El “journey motif” del protagonista se funde con la moral e ideales de su compañero en armas, y resultan una combinación letal.
Junto con sus filosos diálogos, guiños históricos y culturales, cameos estelares, momentos absurdos y un cast brillante (cabe destacar la labor de Leo Di Caprio y de un señor para nada ajeno a este mundillo, Samuel L. Jackson), “Django sin Cadenas” es una excelente opción para empezar este año más sanguinarios que nunca.
Para tener en cuenta: la música, que le ofrece un marco exquisito a la historia y una aparición de Quentin que no tiene desperdicio.
La moraleja
Sí a la cerveza (siguiendo el ejemplo del Dr. Schultz) y no a la esclavitud.