Pasados cinco largos meses de no ver al Doctor Strange, desde el anterior film del MCU, «Spider-Man: Sin Camino a Casa», volvemos a tener la oportunidad de verlo en la pantalla grande en una nueva película, la n° 28 de esta franquicia. Sin embargo, es él quien ahora tomará el protagonismo, como lo hizo allá por 2016 en «Doctor Strange: Hechicero Supremo», para adentrarnos en una nueva historia que expande cada vez más este enorme universo o, mejor dicho, multiverso.
Luego de los sucesos de la anterior entrega y de la serie de Disney+, «WandaVision», la vida de Doctor Strange es interrumpida por América Chávez, mientras huye de unas criaturas que la persiguen a través del Multiverso, en nombre de alguien que busca hacerse con los poderes de la joven, entre los que se incluye la habilidad de saltar entre universos de forma innata. Strange pronto recurrirá a Wong y la Bruja Escarlata, entre otros, para que lo ayuden a detener este nuevo mal que se presenta. Pero ¿y si el mal ya está entre ellos? Así comenzará la carrera de Doctor Strange junto a América por todo el Multiverso para evitar que el gran mal que los persigue logre su cometido.
A 20 años de su primera incursión con Marvel («Spider-Man», 2002), Sam Raimi vuelve a dirigir superhéroes de una manera extraordinaria, dejando su marca personal en cada acto y agregando su experiencia en el cine oscuro y sobrenatural, al nivel de hacernos sentir, en varios momentos, que estamos viendo una película de terror. No obstante, es en el guion de Michael Waldron donde el film llega a perder un poco de fuerza, al no lograr explotar lo suficiente la presentación de un suceso de gran calibre como lo es la mismísima existencia del multiverso y sus diferentes realidades, teniendo todo un entorno experimentado que lo respalda. Desde el excelente manejo de las cámaras, la estridente banda sonora, a cargo de Danny Elfman, y los impresionantes efectos visuales, hasta la crudeza de varias escenas impactantes, que dejan boquiabierto al espectador y asustan a más de uno, el director supo hacer uso de los recursos que tenía a disposición para crear una experiencia un poco distinta a lo que este universo nos ha acostumbrado, con personajes que ya estamos familiarizados, pero también con la inclusión de algunos nuevos.
Si de viejos conocidos hablamos, no podemos negar que Benedict Cumberbatch y Elizabeth Olsen se han sabido adueñar de sus roles con interpretaciones inmejorables, siendo el primero alguien que podríamos decir, ya es uno con su papel de Stephen Strange y la segunda, una excelente actriz que, aunque pueda parecer encasillada en el personaje de Wanda Maximoff, ha sabido evolucionar con él, llevando su rol a niveles astronómicos en este film. En segunda instancia, quienes también dieron actuaciones dignas fueron Benedict Wong y Rachel McAdams, que repiten sus papeles de la primera entrega, pero esta vez adquieren mayor importancia en la trama hasta el final de la película, aunque no son tan relevantes como la nueva incorporación del MCU, la joven de 16 años, Xochitl Gómez. Su interpretación de América Chávez es una bocanada de aire fresco, por un lado, para la obra, equilibrando la oscuridad y tensión con su inocencia y carisma, y por el otro, para los fans, introduciéndoles una nueva heroína que puede dar mucho que hablar en el futuro.
En síntesis, «Doctor Strange en el multiverso de la locura», más allá de no explotar lo suficiente lo que en su título describe, mantiene los puntos fuertes que caracterizan al Universo Cinematográfico de Marvel y les agrega la frescura de un nuevo personaje, y la experiencia de un viejo conocido detrás de cámaras, que le puso su impronta a este largometraje de tal manera que a veces no lograremos diferencia el Darkhold del Necronomicón.