Finalmente, después de un año entero de idas y venidas, llega a los cines la última película de Guy Ritchie. Esta nueva obra debía estrenarse inicialmente en enero del 2022, pero tuvo que ser pospuesta, en más de una ocasión, por diversos motivos, como lo fue la necesidad de editar la nacionalidad de algunos antagonistas ucranianos que aparecen en el filme, debido a la sensibilidad del conflicto que protagonizó el país durante este último tiempo. Ahora, llegado el momento del estreno, la duda de muchos es: ¿Habrá valido la pena la espera? En esta nueva aventura cinematográfica nos presentan al superespía Orson Fortune (Jason Statham), quien debe rastrear y detener la venta de una mortífera tecnología moderna cuyo intermediario es el multimillonario corredor de armas Greg Simmonds (Hugh Grant). Para lograrlo, forma equipo con algunos de los mejores operativos del mundo y recluta a la mayor estrella de cine de Hollywood, Danny Francesco (Josh Hartnett) para que lo ayuden en su misión encubierta y así salvar el mundo. Con una narrativa ordinaria y ya vista en infinidad de filmes de acción, «Agente Fortune» destaca por una gran carencia: su director. Aquel artista que fascinó a muchos en obras como «Juegos, trampas y dos armas humeantes» y «Snatch: Cerdos y diamantes», pasó desapercibido esta vez, al recaer en la convencionalidad de una película básica que solo es impulsada por trayectoria de su reparto, el cual tampoco logra sobresalir demasiado al personificar papeles bidimensionales y estereotípicos. Sumado a esto, el guion resalta negativamente al conformarse, casi en su totalidad, por frases y chistes irónicos que, aunque pueden funcionar brindándonos un poco de humor, llegan a aburrir rápidamente, queriendo buscar refugio en el aspecto técnico del largometraje, solo para encontrarnos nuevamente con algo promedio: peleas simples y efectos visuales poco sorprendentes. Sin embargo, es importante hacer notar la presencia de Aubrey Plaza («The White Lotus») como coprotagonista del film, la cual, más allá de las carencias del guion, muestra que está a la altura de las actuaciones de Hartnett y Grant, además de conectar muy bien con Statham, dándole un poco de frescura a sus escenas juntos al balancear el clima que genera el papel de hombre inexpresivo que estamos acostumbrados a ver de parte del actor. En resumen, después de proyectos como «Los Caballeros» (2019) y «Justicia Implacable» (2021) en que aún distinguíamos la impronta de su director, nos encontramos ante una obra que cumplirá entreteniendo al público casual, pero decepcionará a los fans de Guy Ritchie, a quien podríamos clasificar como «desaparecido en acción» ya que el único sello distintivo de él en este nuevo film es el de incluir actores con quien ha trabajado anteriormente.
Pasados cinco largos meses de no ver al Doctor Strange, desde el anterior film del MCU, «Spider-Man: Sin Camino a Casa», volvemos a tener la oportunidad de verlo en la pantalla grande en una nueva película, la n° 28 de esta franquicia. Sin embargo, es él quien ahora tomará el protagonismo, como lo hizo allá por 2016 en «Doctor Strange: Hechicero Supremo», para adentrarnos en una nueva historia que expande cada vez más este enorme universo o, mejor dicho, multiverso. Luego de los sucesos de la anterior entrega y de la serie de Disney+, «WandaVision», la vida de Doctor Strange es interrumpida por América Chávez, mientras huye de unas criaturas que la persiguen a través del Multiverso, en nombre de alguien que busca hacerse con los poderes de la joven, entre los que se incluye la habilidad de saltar entre universos de forma innata. Strange pronto recurrirá a Wong y la Bruja Escarlata, entre otros, para que lo ayuden a detener este nuevo mal que se presenta. Pero ¿y si el mal ya está entre ellos? Así comenzará la carrera de Doctor Strange junto a América por todo el Multiverso para evitar que el gran mal que los persigue logre su cometido. A 20 años de su primera incursión con Marvel («Spider-Man», 2002), Sam Raimi vuelve a dirigir superhéroes de una manera extraordinaria, dejando su marca personal en cada acto y agregando su experiencia en el cine oscuro y sobrenatural, al nivel de hacernos sentir, en varios momentos, que estamos viendo una película de terror. No obstante, es en el guion de Michael Waldron donde el film llega a perder un poco de fuerza, al no lograr explotar lo suficiente la presentación de un suceso de gran calibre como lo es la mismísima existencia del multiverso y sus diferentes realidades, teniendo todo un entorno experimentado que lo respalda. Desde el excelente manejo de las cámaras, la estridente banda sonora, a cargo de Danny Elfman, y los impresionantes efectos visuales, hasta la crudeza de varias escenas impactantes, que dejan boquiabierto al espectador y asustan a más de uno, el director supo hacer uso de los recursos que tenía a disposición para crear una experiencia un poco distinta a lo que este universo nos ha acostumbrado, con personajes que ya estamos familiarizados, pero también con la inclusión de algunos nuevos. Si de viejos conocidos hablamos, no podemos negar que Benedict Cumberbatch y Elizabeth Olsen se han sabido adueñar de sus roles con interpretaciones inmejorables, siendo el primero alguien que podríamos decir, ya es uno con su papel de Stephen Strange y la segunda, una excelente actriz que, aunque pueda parecer encasillada en el personaje de Wanda Maximoff, ha sabido evolucionar con él, llevando su rol a niveles astronómicos en este film. En segunda instancia, quienes también dieron actuaciones dignas fueron Benedict Wong y Rachel McAdams, que repiten sus papeles de la primera entrega, pero esta vez adquieren mayor importancia en la trama hasta el final de la película, aunque no son tan relevantes como la nueva incorporación del MCU, la joven de 16 años, Xochitl Gómez. Su interpretación de América Chávez es una bocanada de aire fresco, por un lado, para la obra, equilibrando la oscuridad y tensión con su inocencia y carisma, y por el otro, para los fans, introduciéndoles una nueva heroína que puede dar mucho que hablar en el futuro. En síntesis, «Doctor Strange en el multiverso de la locura», más allá de no explotar lo suficiente lo que en su título describe, mantiene los puntos fuertes que caracterizan al Universo Cinematográfico de Marvel y les agrega la frescura de un nuevo personaje, y la experiencia de un viejo conocido detrás de cámaras, que le puso su impronta a este largometraje de tal manera que a veces no lograremos diferencia el Darkhold del Necronomicón.
En 1996 Warner Bros. estrenó «Space Jam: El juego del siglo», un film que nos muestra como los famosos Looney Tunes reclutan a la superestrella de baloncesto Michael Jordan para jugar un partido de dicho juego contra un grupo de extraterrestres que busca esclavizarlos. Una obra que, más allá de tener una gran cantidad de reseñas negativas entre los críticos, fue un éxito en taquilla y se convirtió en una de las películas favoritas de los más pequeños en esa época, incluyendo al en ese entonces chico de 11 años, LeBron James. Un cuarto de siglo después, aquel joven, ahora adulto y transformado en uno de los mejores basquetbolistas de la actualidad, es quien acompañará a Bugs Bunny y sus amigos en una nueva aventura que no podrá evitar que nos preguntemos si será mejor que su predecesora. En esta «nueva era» los papeles se invierten, haciendo que sea LeBron James quien busque reclutar a los ya conocidos Looney Tunes para ganar su libertad en un juego de básquetbol, cuando él, junto a su hijo Dom (Cedric Joe), es atrapado en el universo de los servidores de Warner por la inteligencia artificial Al G. Rhythm (Don Cheadle). A grandes rasgos, el director Malcolm D. Lee («Girls Trip», 2017) y los seis escritores detrás de esta secuela decidieron mantener la misma fórmula de la anterior: famoso basquetbolista juega junto a los Looney Tunes en un partido de alto riesgo. Sin embargo, lo que en muchos casos puede tornarse repetitivo, aquí, ya pasados 25 años de la primera entrega, logra generar nostalgia en los más grandes y consigue retener la atención de los más pequeños por la simpleza de su trama y su alta dosis de entretenimiento. Enfocándonos en los detalles, el film no escatima en el uso del CGI (efectos especiales), ni del maquillaje o vestuario, presentándonos distintos tipos de animación en paralelo con personajes de carne y hueso mientras que se hace un recorrido por el amplio portfolio de Warner, generándote la sensación de ver simultáneamente una película realista, animada y hasta un videojuego. No obstante, en ocasiones esto llega a ser contraproducente al formarse muchos focos de atención a la vez, haciendo que, al querer apreciar todo lo que está en pantalla, nos distraigamos fácilmente de los personajes centrales. A diferencia de la película de los 90, que mostraba a Jordan como un deportista estrella por sobre todas las cosas, este largometraje tiene más enfoque en LeBron como padre que como basquetbolista, poniendo la diversión y el juego por debajo de la moraleja paternal que se quiere transmitir. La inexperiencia de James en el rubro, quien mostró un poco de sus habilidades actorales en «Esta chica es un desastre» (2015), logra pasar desapercibida al compartir protagonismo con el joven Cedric Joe, el cual representa correctamente su papel del hijo del jugador de la NBA, y con el reconocido Don Cheadle («Iron Man 2,» 2010), que interpreta más que bien el papel antagonista de la obra, con una personalidad digna de los villanos más famosos de Disney. Aunque todos muy por debajo de Bugs Bunny quien, con más de 80 años de carrera, aún logra hacernos reír hasta con los mismos chistes, algo que muy pocos pueden lograr. En síntesis, «Space Jam: Una nueva era» es una comedia que le traerá recuerdos a los más grandes y le encantará a los más pequeños. Una obra que, aunque no destaca por su guion o grandes actuaciones, logra trasmitirnos un mensaje familiar, sin dejar de representar un homenaje a la trayectoria, no solo de LeBron James sino también de la compañía Warner Bros. con los Looney Tunes a la cabeza, quienes, aunque pasen los años, logran mantenerse frescos, sin olvidar sus raíces y haciendo que nos sigamos preguntando: ¿es temporada de Patos o temporada de Conejos?
En 1992, Ed Boon y John Tobias dieron inicio a la célebre franquicia de videojuegos de lucha «Mortal Kombat», la cual, como todo éxito, amplió sus horizontes, estrenando tres años después su primera película de acción en vivo (live action). Ésta, a cargo de Paul W. S. Anderson, un experimentado en la adaptación de videojuegos a la pantalla grande, fue bastante aceptada entre los fans del juego, pero no así su secuela, estrenada en 1997 y bajo otra dirección, que se catalogó como una gran decepción, haciendo que nadie quiera volver a intentarlo por mucho tiempo. Ahora, más de 20 años después y con once entregas del videojuego hasta el momento, la franquicia suma un nuevo largometraje que con sus avances ha dejado a los fans con grandes expectativas. ¿Estará a la altura? El film, que representa el debut en la pantalla grande del director Simon McQuoid, nos presenta a Cole Young (Lewis Tan), un luchador de MMA que pronto se ve envuelto en problemas cuando aparece Sub-Zero (Joe Taslim) en su búsqueda para eliminarlo por orden de Shang Tsung. Gracias a esto, el camino de Cole se cruzará con grandes luchadores como Jax, Sonya Blade, Kano y Liu Kang, entre otros, que buscarán unir fuerzas y entrenar duramente para evitar el dominio del Reino Exterior sobre el Terrestre enfrentándose en el milenario torneo conocido como «Mortal Kombat». Como su nombre lo dice, lo más importante de la película son los combates mortales, y estos están muy bien logrados, ya que no solo fueron inteligentes en poner en ellos verdaderos profesionales en artes marciales y coreógrafos del cine de acción, sino que se consiguen apreciar gracias a los buenos planos, su distintiva banda sonora y los excelentes vestuarios que demuestran un minucioso trabajo. Además, no podemos dejar pasar los altos niveles de gore, representativos de la franquicia: desde sangre a montones (incluso por el más mínimo golpe) hasta desmembramientos y órganos fuera de lugar, el largometraje lo tiene todo para ser una experiencia tan gráfica como sea posible. A diferencia de sus predecesoras, esta nueva adaptación contaba con dos grandes ventajas que el director supo aprovechar muy bien: mejores efectos especiales y casi 30 años de historia sobre este universo en la que basarse. McQuoid, proveniente del mundo de la publicidad en videojuegos, hizo uso de su experiencia tratando no solo de satisfacer a los fanáticos ya establecidos, haciendo múltiples referencias a los juegos, ya sea con frases icónicas como recreando escenas emblemáticas, sino también buscando atraer a la nueva audiencia que no está familiarizada con la franquicia y necesita entender lo que ve. Esta idea de buscar un equilibrio entre los espectadores se reflejó al agregarle un giro argumental a la obra: la introducción de un nuevo personaje a la trama. El papel de Cole logra funcionar como recurso para presentarle la historia al espectador a la vez que el protagonista se va introduciendo en ella, sin embargo, allí es donde detiene su brillo, ya que si en algo consigue fallar el film es en las actuaciones fuera de la pelea, causadas parcialmente por un guion básico que, además, no logra explotar la experiencia de Hiroyuki Sanada (Scorpion) y cuyo único salvavidas fue la excepcional personificación de Josh Lawson como Kano que entretiene al espectador en todo momento y enorgullece a los admiradores del juego. Muchos están de acuerdo en que las películas basadas en videojuegos siempre tienden a ser un fracaso, tanto en taquilla como entre las opiniones de los fans. Sumado a esto, la primera película de «Mortal Kombat» dejó la vara muy alta para los futuros proyectos cinematográficos al ser un reflejo de su esencia, más allá de tener algunas carencias. No obstante, estamos frente a una digna representación de la franquicia que a pesar de tornarse aburrida cuando no están matándose o no está Kano en pantalla, logra unas escenas de acción destacables y, como es debido, sangrientas.
Cuando uno busca entretenerse con una buena comedia siempre recae en elegir entre las miles de películas norteamericanas de este género que mayoritariamente mantienen el mismo estilo cómico y que con el pasar de los años van decreciendo en su calidad. Sin embargo, cuando ahondamos más en la búsqueda, nos encontramos con un territorio no muy explorado comercialmente en Argentina que le da una vuelta de tuerca a la comedia, la cual, además de divertirnos, nos puede atrapar con su historia, elenco y hasta con su sofisticado acento: el humor británico. En «Los Caballeros» nos encontramos con Mickey Pearson (Matthew McConaughey), un expatriado estadounidense que se hizo millonario construyendo un imperio de marihuana en Londres. Cuando se corre la voz de que está buscando retirarse del negocio, se desencadenará una serie de tramas y planes de aquellos que quieren sus dominios. Guy Ritchie volvió. Después de un inconvincente live action de «Aladdin» que ni pincha ni corta en su filmografía, Ritchie vuelve a sus orígenes, escribiendo y dirigiendo una obra de su elemento que entrelaza el humor negro con el cine de acción, el mundo de las drogas, los excelentes escenarios de Gran Bretaña y un elenco de lujo. El film exhibe la historia con un montaje impecable y de forma muy original al guiarnos a través de ella en forma de flashbacks, rememorando la trama principal ocurrida en el pasado en una situación del presente, como si de contar un cuento se tratara. Esto permite que cada uno de los personajes, a medida que se nos van introduciendo, puedan destacar por sí mismos y podamos conocerlos a la perfección no dando lugar a la confusión del espectador. El guion escrito por el director presenta un humor inteligente, irónico y nada forzado que, además, no abusa de ningún elemento haciendo que la película se transforme en una armonía audiovisual entre comedia y violencia haciendo uso de la música y, sobre todo, del entorno, para ampliar la experiencia del público, como las elegantes calles de Londres o el majestuoso Emirates Stadium. Los personajes de Henry Golding, Jeremy Strong y Michelle Dockery son representados perfectamente pero no llegan a destacar demasiado en pantalla, quizás por encontrarse a la sombra del resto del elenco o quizás por no lograr exprimir su potencial por completo, especialmente los dos primeros, al ser los antagonistas del film. Quien sí lo consigue es Colin Farrell, quien con menos tiempo en cámara que el resto, deslumbra increíblemente con su papel mostrándonos que lo que importa no es la cantidad sino la calidad. Y si de calidad se trata, Matthew McConaughey se lleva todos los elogios de los anteriores juntos. La versatilidad y porte de este actor hace que con solo saber que es parte del elenco, le demos una oportunidad al film, ya sea en obras maestras como esta, o en grandes decepciones como su anterior film «Serenity». Al existir una gran cantidad de performances impecables, es imposible no nombrar cada una de ellas; y como si las anteriores mencionadas no fueran poco, el premio en este caso se lo lleva la dupla protagonista de Hugh Grant y Charlie Hunnam. Este dúo hace de sus actuaciones, ya sea por separado, como en el constante diálogo teatral que mantienen en sus escenas conjuntas, una obra de arte. Con dos personajes muy distintos entre sí y muy diferentes a los papeles vistos en ellos anteriormente, Grant nos demuestra que su talento está lejos de acabarse y Hunnam que es un actor con grandes vistas al futuro. En resumidas cuentas, Guy Ritchie se redime de su anterior film trayéndonos una comedia de la realeza: violenta y divertida, pero con clase. Con un trabajo detrás de cámaras de calidad premium y un elenco intachable al que solo le faltó explotar un poquito más sus papeles antagónicos, «Los Caballeros» no decepciona, retiene nuestra atención en todo momento y por sobre todo, nos hace reír sin exagerar o ridiculizarse, algo que no es común hoy en día.
El mejor amigo del hombre regresa a la pantalla grande en una película para disfrutar en familia y que hará que, una vez terminada, corramos a abrazar y agasajar a nuestra mascota. «El Llamado Salvaje» está basada en la novela homónima de Jack London y cuenta la historia de Buck, un perro bonachón que en la década del 80 y como consecuencia de la fiebre del oro, es robado y vendido para formar parte de un grupo de perros de trineo. Así, Buck comenzará una gran aventura llena de desafíos que lo ayudarán a encontrar su lugar en el mundo. Ya sea tanto en películas animadas como realistas, comúnmente, el espectador llega a empatizar con el animal protagonista a niveles exorbitantes haciendo que cada vivencia que atraviese, ya sea buena o mala, se viva a flor de piel como si de un miembro de nuestra familia se tratara. Sin embargo, este film se queda corto. No a causa de la trama, que se apega al libro original y nos lleva a recorrer un sinfín de emociones a lo largo de la historia, sino a causa de, quizás, lo mejor y lo peor de la obra: los efectos especiales. El CGI, además de verse en la ambientación de los hermosos y nevados paisajes de Alaska, supera las expectativas al traernos un «Buck» al borde del realismo que es digno de alabar pero que no logra atravesar la delgada línea que divide lo real de lo animado, haciendo que más allá de que sintamos simpatía por él, no dejemos de notar que es un animal computarizado. Por otra parte, resuena mucho en el film la libertad que se toma el director, Chris Sanders, de atribuirle acciones demasiado humanas al can como la solidaridad, autosuperación o la concientización sobre los efectos del alcohol, lo cual, al tratarse de una película con protagonistas de carne y hueso, es poco creíble, sobre todo si se está intentando que el animal sea lo más realista posible, llevándolo a veces al nivel de películas como el live action de «Scooby-Doo» del 2002. Este accionar no es de sorprender en el director ya que toda su filmografía anterior (tres films codirigidos) presenta animales «humanizados», con la diferencia de que en esos casos se trataba de películas 100% animadas: las nominadas al Óscar «Los Croods», «Cómo entrenar a tu Dragón» y la joya de «Lilo & Stitch». Obras en los que este estilo cae como anillo al dedo al ser largometrajes que apuntan mayormente a los más pequeños. Fuera de lo que es el perro estrella del film, son destacables los papeles de Omar Sy («Amigos Intocables», 2011), con un carisma fuera de este mundo, y de Harrison Ford, la estrella humana de este film, que naturaliza la relación con Buck de tal manera que nos preguntamos si al verlo imaginaba a Chewbacca para hacerlo tan realista. Ambos sobrepasaron con creces al antagonista, Dan Stevens, que, aunque se han visto buenos papeles en él, no puede evitar, a causa del guion, tener que personificar al típico «villano de Disney» de manera forzada lo que sólo sirve para ridiculizarse entre los más grandes y «asustar» a los más jóvenes. En pocas palabras, «El Llamado Salvaje» no deja de ser una película hermosa, pero tampoco deja pasar desapercibida que se trata de una película de Disney, aunque esté bajo el sello de 20th Century Studios, desilusionando a los que busquen emocionarse al nivel de «La Razón de Estar Contigo», pero alegrando a aquellos que quieran un film familiar que logre retener la atención de los niños totalmente.
Llega a los cines la última película vendida bajo el sello del estudio 20th Century Fox antes de ser comprado por Disney, quien modificó el nombre a 20th Century Studios. Al ser el fin de «la era Fox» uno espera que cierre con broche de oro, sin embargo, dicha obra no estaba preparada para esto ya que se filmó tres años atrás, ¿estará a la altura de la situación? Un grupo de científicos queda atrapado en una instalación submarina que se está inundando a gran velocidad como consecuencia de un sismo devastador. Su única oportunidad para sobrevivir es caminar a través del suelo marino hasta una lejana plataforma petrolífera abandonada. Además de los retos físicos que implica el viaje, descubren rápidamente que están siendo cazados por depredadores marinos míticos y monstruosos, dispuestos a matarlos. El director William Eubank («La señal», 2014), al ser cinematógrafo, juega mucho con el movimiento de las cámaras (a veces demasiado), siendo esto lo más atrayente de la obra desde los primeros minutos de metraje en los que nos avasalla la tensión de este tipo de cine de terror-ciencia ficción, metiéndonos de lleno en el problema antes de poder si quiera acomodarnos bien en la butaca. A su vez, el ambiente del fondo del mar se presenta como un espacio oscuro y perturbante que ayuda al CGI a mostrar las criaturas marinas de manera difusa y por lo tanto más realista por el hecho de encontrarse a más de 10 kilómetros de profundidad. Por último, también resuena la elección en pantalla de una tecnología retro a diferencia de la acostumbrada tecnología de última generación, ayudando al género a hacer de los escenarios puertas adentro más lúgubres y a los personajes más vulnerables a la dichosa amenaza. A pesar de todo lo mencionado es imposible disfrazar el hecho de que esto se trata de «otra película de animales/criaturas que acosan a los protagonistas matándolos uno a uno». Este estilo de películas, escaso últimamente en Hollywood, fue explotado en la última década por estudios de menor presupuesto como SyFy dándole mala reputación, por lo que hace que el espectador sea reticente a darle una oportunidad al largometraje. En este caso, «Amenaza en lo profundo» busca destacar en el género, asimilándose a joyas de esta índole como «Alien, el octavo pasajero» (1979), u otras obras de no tan alto perfil como la película de 1999 «Alerta en lo profundo». No obstante, esto le juega un poco en contra mostrando rápidamente la falta de originalidad tanto en las bases de este film como en los distintos giros de la trama haciéndola predecible desde temprano. Entre el acotado reparto se encuentran las figuras de Kristen Stewart, quien se presenta como la protagonista fuerte femenina al estilo Ellen Ripley, pero un poco más sentimental y menos ruda, Vincent Cassel, como el capitán que se muestra centrado, pero esconde un lado vulnerable, y T. J. Miller («Deadpool», 2016) interpretando a T. J. Miller, con sus característicos chistes fuera de lugar para cortar la tensión del momento. Todos, dentro del típico grupo de personas con personalidades distintas bien definidas, representan sus papeles de manera estándar, mostrando performances ya vistas anteriormente en su filmografía, quizás a causa de las fallas en el guion que sólo se hace lucir en ocasiones con diálogos de concientización ambiental. Para resumir, «Amenaza en lo Profundo» logra generar el clima de tensión deseado gracias a los distintos planos de cámara en conjunto a la ambientación de la profundidad de los mares, pero con personajes un poco más sentimentales de lo común y sustos predecibles que, junto con la trama, no sorprenden en ninguna situación y dejan una sensación de vacío para ser llenada con otra película de la cartelera.
A 14 años del verdadero suceso, llega a las salas nacionales la película de uno de los mayores atracos ocurridos en Argentina, el denominado «El Robo del Siglo». El film está basado en la historia real del robo a la sucursal del Banco Río de Acassuso, partido de San Isidro, ocurrido en el año 2006 de la mano de seis ladrones y que llegó a movilizar a más de 200 policías. El cine argentino continúa apostando a llevar a la pantalla grande icónicos sucesos criminales locales protagonizados por actores de renombre, sobre todo después del éxito de anteriores obras de esta índole como lo son «El clan» y «El ángel». ¿Cuál será el resultado en esta ocasión? Sin la intención de halagar el delito cometido, el director arraigado en la comedia, Ariel Winograd, junto con el apoyo de un excelente trabajo de cámara, ambientación y efectos visuales, transformó el tensionante hecho en una comedia profesional al estilo buddy movie, que engancha al público desde el minuto uno y lo sumerge en un mar de risas y aplausos mentales. Todo esto también es generado por la impecable performance del dúo protagonista, el impresionante Diego Peretti (con quien Winograd trabaja por tercera ocasión) y el único e inigualable Guillermo Francella, cuyo carisma sobrepasa los límites de la perfección, y que juntos cumplen sus roles en armonía, mostrando esa evolución paulatina en la relación disfuncional que presentan. Por último, pero no menos importante, son de destacar los personajes secundarios que acompañan a la dupla, los cuales son representados de forma intachable, como es el caso de Luis Luque, quien se pone en la piel del policía negociador del robo, sobresaliendo a la par de Francella en los diálogos que comparten. Así, contando con el excelente trabajo de los involucrados, el film logra entretenernos e informarnos, dos características que son difíciles de complementar y cuya integración es de gran valor hoy en día, cubriendo a su vez los puntos claves de una película del género: Interesante, atrapante y, sobretodo, divertida. Como es común, las expectativas ante un estreno muy esperado son tan altas que a veces dicho film no llega a cumplirlas, sin embargo, este no es el caso. «El Robo del Siglo» dejará satisfechos a la mayoría al ser una obra que nos trae lo que nos vino a traer y quizás un poco más, pero sin llegar a ser ambiciosa; que divertirá a montones, sin llegar a tornarse forzada y que captará la atención de espectadores de todas las edades que no creerán que un hecho semejante al de una serie española pueda ser un caso de la vida real y que haya ocurrido en nuestro país.
El trío icónico de acción femenino vuelve a la pantalla grande, después de una exitosa serie en los años ’70 y dos películas estrenadas a principios de los 2000, con un film adaptado a la época actual y unas protagonistas que cambian los tacones altos por zapatillas deportivas demostrando que los “Ángeles” ya nos son tan angelicales y seductores como antes, pisando cada vez más fuerte en un ámbito predominado por el género masculino. En este nuevo reboot, la agencia de detectives Townsend, conocida por los servicios ofrecidos por sus “Ángeles” (tríos de mujeres que cambian de una generación a otra), se ha hecho internacional y ahora tiene varios equipos en todo el mundo. La historia seguirá a un grupo de Ángeles que serán enviadas a investigar una tecnología revolucionaria pero peligrosa que está a punto de ser lanzada y puede caer en manos equivocadas. La actriz y directora Elizabeth Banks es quien se pone detrás (y también delante) de las cámaras en este atrevido proyecto feminista que sigue la corriente #MeToo con una nueva generación de investigadoras al servicio del misterioso Charlie que dejan de lado los sugerentes trajes de baño y extravagantes vestuarios, usualmente utilizados para resaltar la hermosura femenina, para traernos un sentido de belleza distinta: el poder de la identidad de las mujeres y cómo logran ser mejores apoyándose mutuamente. Banks, quien demostró su revolucionaria visión como mujer en la trilogía de “Pitch Perfect”, llegando a dirigir una de ellas, asume correctamente su papel dentro de cámaras, pero se queda corta fuera de ellas. Más allá de ser una adaptación actual del reboot bien lograda, manteniendo la idea general y el carisma característico de la franquicia junto con una muy modernizada banda sonora (también dominada por intérpretes femeninas), nos encontramos con escenas de pelea muy simples, a diferencia del actual cine de acción, y un guion muy flojo (Banks también es coguionista), que no profundiza en sus personajes, haciendo que el espectador no pueda empatizar con ninguno de ellos. Además, la trama utilizada de “un invento creado para mejorar el mundo que se puede transformar en un arma mortal” está muy sobreexplotada, dando la sensación que después de toda la innovación presentada en la imagen de la mujer como “figura de acción”, no les quedó lugar para presentar un argumento original. Las actrices protagonistas asumen decentemente sus roles como chicas con distintas personalidades que se unen por una meta en común pero quien destaca entre ellas es la más veterana de las tres, Kristen Stewart, que, por sobre Naomi Scott, acostumbrada al cine para los más jóvenes, y Ella Balinska, una recién llegada al mundo hollywoodense, representa su papel con soltura y naturalidad llevándose toda la atención del espectador en la mayoría de sus escenas. Por último, y aparte de la directora, es para remarcar las participaciones secundarias de Djimon Hounsou, Sam Caflin y Noah Centineo, entre otros, cuyos papeles minimalistas dejan mucho que desear al ser personalidades reconocidas, a diferencia del mayor artista en la obra, el inmortal Patrick Stewart, quien, aunque el guion no le permite demasiado, desarrolla su personaje como es digno de él. Más de 40 años después del inicio de la icónica serie de televisión y a casi dos décadas desde su primera adaptación en la pantalla grande, “Los Ángeles de Charlie” vuelven con un impecable reflejo de la nueva generación femenina pero dentro de un film de acción suave, simple y poco original argumentalmente, quedando muy por debajo de las producciones actuales de esta índole. Una película que entretendrá al espectador modelo, gustará al público femenino, pero estará entre ceja y ceja del amante del género.
Así como dice el dicho “El que avisa no traiciona”, Arnold Schwarzenegger nos avisó que volvería, con su distintiva frase “I’ll be back”, y lo hizo, en este caso personificando nuevamente al Terminator T-800, su papel más icónico, en una sexta y última entrega de la saga que arrancó en 1984. “Terminator: Dark Fate” nos trae devuelta a Sarah Connor, quien esta vez deberá unir fuerzas con una mujer mejorada cibernéticamente con el fin de proteger a una joven de un nuevo Terminator que viene del futuro a asesinarla. Tim Miller, cuya única obra hasta el momento era la aclamadísima “Deadpool” (2016), regresa, esta vez de la mano de James Cameron, para buscarle un cierre digno a una franquicia llena de altibajos y que nos dejó un mal sabor en la boca con su último film. Esta nueva película funcionará como una secuela directa de “Terminator 2: El juicio final”, provocando así que los largometrajes subsecuentes ocurran en líneas de tiempo paralelas a ella. Como primer punto, es importante aclarar que “Destino Oculto” no es una película innovadora. La vuelta de James Cameron a la franquicia sirvió para tomar en cuenta los errores denotados de las tres entregas anteriores y para volver a la esencia de su trabajo original repitiendo el planteamiento de la trama general, pero con un guion más firme, con olor a nuevo y un dejo nostálgico a los inicios de la saga. El regreso magistral de Linda Hamilton en unos de los papeles protagónicos, significó un gran acierto en esta obra, proporcionándonos una actuación que no se vio afectada por el paso del tiempo y nos devuelve a esa Sarah solitaria e intimidante pero esta vez asistiendo a la figura fuerte que significa la nueva cara de la franquicia, Mackenzie Davis. Ella, personificando a una mujer “mejorada”, representa lo mejor de ambos mundos. Por un lado, una “Terminator” con un propósito claro y grandes habilidades, que se han sabido explotar correctamente en el film con grandes escenas de acción; y por el otro, un personaje con debilidades y con una historia de vida, otorgándole un trasfondo más humano a este guardián del futuro, asemejándose a una súper heroína, y haciendo que se diferencie enormemente de su antagonista, Gabriel Luna. La performance del nuevo villano, que esta vez tiene la habilidad de dividirse en dos, no genera tanto impacto en pantalla como debería, representando el mismo rol de “amenaza silenciosa” de Robert Patrick, pero con una performance mucho menor siendo que se trata de un modelo más avanzado. Tanto Davis como Luna, junto con el increíble Arnold, haciendo un papel de robot ya retirado que aparece para una última batalla, son potenciados por el increíble, aunque no tan desapercibido, uso de efectos especiales, siempre en torno a la protegida y “nueva Sarah Connor” que personifica Natalia Reyes que, a diferencia de la interpretación de Hamilton en las primeras películas, nos muestra un personaje inmaduro que va evolucionando a medida que la trama avanza para darnos un resultado final comparable a la Sarah actual. Por último, y como datos de color, “Terminator”, al igual que “Rambo”, decidió hacer su cruzada final en la frontera México-Estados Unidos, aunque ambos realizaron su rodaje en locaciones de España en vez de en los territorios involucrados, haciendo que algunos actores secundarios también se asemejen, como la presencia de Óscar Jaenada, en “Rambo” y la participación de Diego Boneta en “Terminator”, ambos protagonistas de la serie “Luis Miguel” de Netflix. En resumen, “Terminator: Destino Oculto”, más allá de tener la falta de innovación en contra y una vara muy alta a superar, al ser la secuela de “El Juicio Final”, prevalece considerablemente por sobre las anteriores películas en las que James Cameron se ausentó y funciona a la perfección como cierre de la saga, con grandes interpretaciones y fuertes escenas de acción entrelazadas con el uso correcto del CGI. Un film que dejará satisfechos a los fans de la franquicia y de las películas del género por igual.