Mi otro yo.
Alejada de la introspección y la meditación que caracteriza a nuestro señor hechicero, la nueva entrega de Dr. Strange (Benedict Cumberbatch), por el contrario, brilla por sus escenas de acción basadas en combates épicos entre monstruos y héroes; easter eggs; y apariciones de otros personajes del universo Marvel.
Esta vez, el doctor tendrá que lidiar con sus otros yo dispersos en el multiverso. Pero quien tiene la potestad y la habilidad de atravesar a su antojo estas realidades refractarias, es América Chávez (Xochitl Gómez), quien se relaciona en un primer momento con Strange en sus sueños. Lo cierto es que la niña superpoderosa es constantemente acechada por criaturas salvajes que buscan raptarla. Pronto nos enteraremos que la Bruja Escarlata (Elizabeth Olsen) está detrás de este cometido, ya que necesita absorber los poderes de América para cumplir un anhelo muy personal.
Claro que el hechicero supremo tratará de evitar por todos los medios que esto suceda, porque vislumbra que doña Wanda (emocionalmente herida), puede llegar a hacer estragos en esta y otras realidades. Básicamente es la premisa de esta película que pone toda su energía en desplegar un espectáculo visual tras otro, sin prestar demasiada atención en el aspecto individual de nuestros chicos. Lo colectivo predomina, así como las variadas referencias al UCM; los personajes entran y salen de pantalla de forma fugaz, pero dejando más que satisfecho a un fandom que ovacionará cada aparición.
A destacar la actuación de la malvada (¿o herida?) Bruja Escarlata. Tiene una potencia apabullante al punto de despertar el mismo nivel de interés (o más) que nuestro protagonista; ella está triste, quiere ser feliz y nada ni nadie lo va a impedir. También es menester enfatizar cuando Raimi zombifica a Strange, desvirtuando su estética del lord inglés. Por otra parte, es una pena (narrativamente hablando) que se desarrolle tan poco el concepto de la multiplicidad y los alter egos; que predomine tanto un artificio por momentos insustancial.