Primera vez en mucho tiempo que una película de Marvel tiene identidad propia y por lo tanto un buen ángulo para encarar un análisis. Sam Raimi no se sentaba a dirigir un film de superhéroes desde el cierre de su trilogía de Spiderman en 2007 y -casualmente- se cumplen 20 años del estreno de su opus (Spiderman), film fundamental y uno de los pilares del modelo de negocios de la industria actual.
Aquí le tocó “jugar” con los juguetes de otros, en un Universo muy avanzado y en una película donde se confluyen muchas cosas: consecuencias de Spiderman No Way Home, Wandavision, What if y el desarrollo del concepto Multiverso. Aún así pudo construir una cinta para el gran público, pero sólo en superficie ya que será disfrutada por quienes conozcan estos personajes y vengan siguiendo la historia. Ni hablar de los fans que estarán de fiesta.
Su impronta no está tapada por todo ese artificio y pudo utilizar a su favor el “Manual Marvel” en lugar de ser eclipsado por el mismo. Incluso hay secuencias que evocan “terror-Raimi”, lo cual celebro mucho porque desentona de todo lo que veníamos viendo.
Obligado a hablar de Benedict Cumberbatch, pero la verdad no hay mucho más que aportar, su casting siempre fue perfecto. A la que hay que aplaudir fuerte es a Elizabeth Olsen, quien ya había brillado en su propia serie como Wanda/Scarlett Witch y aquí retoma con todo esa senda hacía su máximo esplendor. Es el corazón de la película.
Quien no me llegó mucho (por no haberla presentado de manera eficaz) es America Chávez (Xochitl Gomez). Por su lado, los VFX no se encuentran a la altura en algunas secuencias. Y hablaría largo y tendido sobre los apabullantes cameos pero obviamente no lo haré.
Dr Strange en el multiverso de la locura es una fiesta Marvelita que invita a todo el mundo a ser parte gracias al ojo de un director bien parado y que sabe lo que hace. Ojalá todos los films de la compañía fuesen como éste.