El superhéroe que domina los secretos de las artes místicas
Doctor Strange: Hechicero Supremo, película basada en el cómic concebido en 1963 por Steve Ditko y Stan Lee (la misma dupla de El Hombre Araña), es un nuevo intento de Disney y Marvel por seguir expandiendo el universo de superhéroes. La apuesta esta vez salió bien, ya que el film dirigido y coescrito por Scott Derrickson (El exorcismo de Emily Rose, Sinister, Líbranos del mal) bebe de múltiples fuentes reconocibles, pero le agrega elementos visuales, narrativos y dramáticos que lo diferencian de otras propuestas recientes del género.
El impecable prólogo presenta a Stephen Strange (Benedict Cumberbatch), un neurocirujano arrogante y narcisista cuya brillante carrera se derrumba cuando choca su Lamborghini y sus manos quedan seriamente afectadas. El protagonista entra en una zona depresiva que incluye maltratos a su servicial colega Christine Palmer (Rachel McAdams) hasta que se entera de que en Nepal hay una suerte de sociedad secreta liderada por Ancestral (una hechicera celta interpretada por una Tilda Swinton aquí totalmente pelada) que domina los secretos de las artes místicas. Strange iniciará allí un largo proceso de recuperación y aprendizaje hasta convertirse en el Hechicero Supremo al que alude el subtítulo de estreno local.
En la trama -que incluye escenas rodadas en Londres, Nueva York, Katmandú y Hong Kong- habrá enfrentamientos con el malvado de turno llamado Kaecilius (Mads Mikkelsen), quien también fuera formado por Ancestral, y la aparición de buenos secundarios como Mordo (Chiwetel Ejiofor) y Wong (Benedict Wong).
El Strange de Cumberbatch tiene muchos atributos que lo ligan con el Tony Stark de Robert Downey Jr., los diálogos remiten por momentos a la filosofía con toques new age de Matrix (pero sin tanta solemnidad) y los efectos visuales (con un buen aprovechamiento del 3D) van en la línea de El origen, de Christopher Nolan, aunque aquí también hay varias secuencias surrealistas y alucinatorias dignas de un trip lisérgico en la era del LSD. Como siempre, también hay un cameo del mítico Stan Lee y dos escenas en el medio y al final de los créditos de cierre. A quedarse, entonces, en la butaca unos minutos más.