Marvel volvió a los cines con Doctor Strange, con todo lo bueno y lo malo que eso implica. Afortunadamente, esta vez el bien le gana al mal, pero por poco.
La megacorporación se decanta por la magia y hechicería para traer un film con la promesa de mostrar un rincón más oscuro de su universo. Con Scott Derrickson en la dirección y Benedict Cumberbatch con la capa de levitación puesta, ¿es ésta la propuesta diferente que tanto prometió y vendió el estudio?
Contrario a lo que se especulaba respecto a la trama, esta es una película sobre el origen del personaje. Cómo el doctor Stephen Strange, un neurocirujano adicto al éxito, descubre las artes arcanas para fines egoístas pero termina cambiando su camino por uno más altruista, digno del futuro Hechicero Supremo. Y aunque ya las historias de orígenes estén gastadísimas, el resultado final escapa de los clichés y presenta una fórmula conocida pero que funciona.
El elenco que presenta el filme puede funcionar a un nivel superficial, porque otorga color y dinamismo, pero en un segundo análisis, muchas figuras no terminan de cerrar con la historia. El problema más a la vista es el personaje de Rachel McAdams, quien interpreta a la enfermera Christine Palmer, el cual no sirve más que para fomentar el crecimiento del protagonista, sin lograr tridimensionalidad narrativa. O un clásico marvelita, el villano sin profundidad o con la suficiente para dar sentido a la trama. Mads Mikkelsen hace un digno trabajo, pero en términos de calidad, Kaecilius no termina de transformarse en un personaje memorable. Quedará en el limbo del olvido junto con otros villanos de la franquicia como Ronan o el Mandarín.
Otra cosa a la que nos tiene acostumbrados Marvel Studios es a la comedia desmedida. Y ya cansa. Con tanta promesa de una película diferente a las demás, se comete el error de siempre: humor forzado que no adiciona nada. Los chistes pocas veces son vehículos narrativos de la personalidad del personaje, como sucedía por ejemplo en la primera Iron Man.
La presentación de personajes es algo a remarcar dentro de los logros del film. Si bien esto denota que el guión está bien construido, también es gracias a las interpretaciones de los actores. Aunque ninguno de los actores interpreta a los personajes originales de las historietas, sí hacen un gran trabajo con la versión adaptada para el Universo Cinematográfico de Marvel. Por ejemplo, Stephen Strange no tiene el complejo de Dios con el fue creado por Steve Ditko y Stan Lee en sus primeras historias. Esta versión, como la mayoría de las versiones de las películas, está más edulcorada, lo que no significa que Benedict Cumberbatch no haga un gran trabajo con este papel.
Pero por más bien que estén presentados los personajes, la realidad es que esta primera historia del Doctor parecería ser una promesa de lo que se vendrá. Pocos personajes se ven realmente desarrollados, simplemente existen y no hay crecimiento dentro de la trama para algunos. La película da la sensación de dar lo justo y necesario con su historia, por más giros interesantes que tenga, lo cual no está mal, pero es jugar seguro. Marvel ya demostró con Guardianes de la Galaxia (2014) que salirse de la regla le funcionaba. Esta era una película para jugar con los límites y salirse del status quo.
El film escapa a algunos clichés del género pochoclero y presenta varios giros argumentales que le dan personalidad, gracias a la metida de mano del mismo director. Derrickson se destaca por su labor con la elección de planos en las escenas de acción: las secuencias más espectaculares parecen salidas de un viaje psicotrópico digno de las viñetas de Steve Ditko, famoso por ser uno de los pioneros en el arte psicodélico. Las estructuras arquitectónicas, los ríos y autos se desdoblan para crear un cuadro muy similar al estilo del artista M.C. Escher, con perspectivas retorcidas. Todo esto le da una personalidad, pero no la suficiente para destacarse del resto de sus hermanas en el MCU.
Si algunos creían que Doctor Strange: Hechicero Supremo sería la nueva Guardianes de la Galaxia de Marvel, ya pueden cerrar esas dudas. Strange tiene la misma calidad a la que Marvel tiene acostumbrado al público, grandes valores de producción, montones de guiños y buenas actuaciones. A eso hay que sumar un buen guión y una impresionante dirección, pero los males de siempre y una oportunidad perdida le pesan. Esta película podría resumirse mejor como una promesa por una mejor secuela, una promesa disfrutable.