Éste nuevo acercamiento al mundo del comic de la mano de Marvel, no aporta nada nuevo, el texto se establece como la remanida, por anticuada, lucha entre el bien y el mal.
Incluso desde lo meramente visual ocurre lo mismo a lo largo de todo el relato, si en un principio produce algo de asombro, con universos que se parten en dos y se vuelven a unir dando lugar a otras formas. Todo señalado de manera literal y metafórica, no dejando fuera el espacio y el tiempo, todo para provocar una cataratas de sentidos, sensaciones, esto desde la técnica, con los muy buenos efectos especiales y visuales, el problema mayor es que la repetición del recurso termina hastiando.
Lo mejor del filme se encuentra en los primeros minutos, la mencionada técnica, la presentación del personaje principal y algunos laterales.
El Dr. Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) es el mejor neurocirujano del mundo, megalómano, demasiado seguro de si mismo, desprecia al resto de sus colegas neurocirujanos por considerarlos inferiores, Su colega, y pareja esporádica, la Dra Christine Palmer (Rachel McAdams), especialista en urgencias, intenta infructuosamente encontrarle algo de humano, aunque más no sea compasión. Pero no, esa pelea está perdida.
Todo cambia (sino fuese así no habría película) cuando el gran doctor tiene un accidente automovilístico en el cual destroza de manera casi irreparable sus manos. Su cerebro les dará ordenes de precisión, que no podrán cumplir.
Perdido en la posibilidad de reconstruir su vida, extraviado su horizonte y sus sueños, no encuentra alivio en ningún parámetro de la vida cotidiana, hasta que por casualidad descubre un personaje que, desahuciado como él, había recuperado su vida anterior, todo un milagro, asi Jonathan Pangborn (Benjamin Bratt), es quien le dará el nombre del milagro.
The ancient one (Tilda Swinton) atiende en Asia, y hacia allá va nuestro héroe sin saber a qué se enfrentará, es quien le hace ver que hay un mundo que desconoce, que está dentro suyo, su potencial, el camino de una mística ancestral, a la que en principio descree, como buen hombre de ciencia que se precie de tal, hasta que se convence, pero ya es tarde. La buena anciana, no lo quiere.
Todo esto en el primer cuarto del filme. Así de rápido.
Ayudado por Mordo (Chiwetel Ejiofor) será aceptado y emprenderá el camino de la recuperación, lo que no deja de lado que en poco tiempo se establezca como un gran maestro, todos en ese lugar están esperando al “Hechicero Supremo” para que derrote de una buen vez por todas al mal en esencia pura, corporizado en Kaecilius (Mads Mikkelsen), en realidad una oveja descarriada, cualquier semejanza con Satanás es pura coincidencia.
Pero nuestro héroe, más allá de su característica de personalidad, es, hay que decirlo, vanidoso, egocéntrico, altanero, presumido, y también es una buena persona. Es un galeno, pero no necesitó realizar el juramento hipocrático pues se considera el nuevo Hipócrates del siglo XXI, no puede matar, él está en esta tierra para salvar vidas, no sólo actúa en consecuencia, lo dice, es parte de uno de sus parlamentos, demasiado redundante.
En la buena secta, ya que se manejan como tal, están esperando la llegada del Hechicero Supremo, si se remite al subtitulo del filme, la incógnita le será revelada, el resto es previsible al extremo.
Buenas actuaciones, buen diseño y montaje sonoro, cuidado en los efectos especiales muchos espejitos de colores, y muy poco guión.
Un filme que ya se puede considerar de formula que, a estas alturas de los acontecimientos, demuestra estar agotada.