Dr. Strange no tiene los músculos de Hulk, el caché de Iron Man, un martillo mítico como arma ni la moralidad intachable del Capitán América. Su poder es la magia. Lo cual, a priori, lo posiciona como el mejor héroe para animar fiestas infantiles, pero no tanto para salvar al mundo de los villanos más malos. Felizmente Marvel/Disney sabe aprovechar el potencial de los héroes que decide adaptar y convierte a uno de los personajes menos cinematográficos de los comics en lo que seguro será protagonista importante en las próximas entregas de la franquicia. Basta con quedarse luego de los créditos (¿cuándo no? ¡Es una película de Marvel!) para entender el rol que le tocará asumir en un futuro cercano.
Esta vez los ejecutivos de Disney tenían la difícil tarea de no solo evitar reiterarse y mantenerse frescos luego de tantas entregas del universo Marvel, sino también de trasladar al formato cinematográfico un héroe cuyo poder es proyectar mandalas mágicas en el aire, encantar objetos, abrir portales, conjurar hechizos y conseguir que en ningún momento pensemos en Harry Potter mientras lo hacían. Ah, y como si fuera poco, lograr una estética que no resulte ridícula, porque para ser sinceros lo que se ve en los comics de Dr. Strange plasmado en pantalla grande de seguro de hubiera visto... bueno, raro. Los recursos caleidoscópicos y psicodélicos que se ven en las páginas del comic, con algunos ajustes de por medio y redoblando la apuesta de lo hecho por Christophen Nolan en El Origen, conforman una identidad visual única puesta al servicio de un guión al que no le sobra nada.
La película funciona como introducción del personaje al Universo Marvel y también adquiere relevancia a nivel individual. Seguro la idea fue otorgarle una historia propia que sirva como trampolín para luego llegar a los Avengers, pero en el proceso Dr. Strange se convierte en uno de los mejores films del MU que vale por lo que es, sin excusas. Y esa sigue siendo la gran diferencia entre esta compañía y la que se encuentra en la vereda de enfrente apresurando y mezclando historias que no valen a nivel individual y tampoco generan tanto interés por las producciones venideras.