Doctor Strange: Hechicero supremo

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

FANTASIA

Más allá de los kilos de marketing y los excesos de campañas de difusión de dimensiones globales, hay detrás del fenómeno Marvel en el cine al menos una serie de gestos interesantes, que permiten ver cómo cada película es pensada incluso más allá de su función de producto recaudador. Es decir, después de ocho años de estrenar películas a razón de dos por año, ese universo de historias que se cruzan y se retroalimentan sigue funcionando a pesar de las variantes en tonos y registros que cada película -inevitablemente- impone: está claro, y por más que haya elementos similares, no es lo mismo una película de Iron-Man que una de Thor o una de Capitán América. La gigantesca franquicia es pensada como un todo con múltiples conexiones, pero no por eso deja de tener (salvo excepciones, pienso en Iron-Man 2) un valor por unidad; cada film es importante y genera en la acumulación un conjunto que fluye con una lógica impecable, algo que casi no tiene parangón ni siquiera en el circuito de cine de autor. Todo esto se observa también en Doctor Strange: hechicero supremo, nuevo personaje que se incorpora al universo cinematográfico de la compañía con un muy buen primer paso.

Otra cosa que se observa con singular claridad en Doctor Strange: hechicero supremo es la facilidad que tiene esta gente para instalar personajes nuevos, lográndolo sin quebrar la lógica general: en la historia que se cuenta todos estos personajes habitan el mismo universo, y por más que haya elementos que nos lleven a pensar en lo hiperbólico del asunto, nunca dejamos de creer en lo que está pasando en la pantalla. Hay un verosímil ajustadísimo. Pero además, es evidente que Marvel va renovando el aire de la franquicia cada tanto, con símbolos que se repiten, pero con la conciencia del respeto que se debe sostener sobre los viejos mitos. El Strange de Benedict Cumberbatch, por cuestiones psicologistas, es una criatura que tiene mucho del Tony Stark de Robert Downey Jr.: el mejor en lo suyo, arrogante, individualista, solitario, clase social alta. Sin embargo, mientras Stark tiene que hacer un descubrimiento personal que tiene que ver con él mismo como parte de la estructura capitalista (por eso se convierte en una máquina, máquina que a su vez está construida con los propios materiales de su imperio industrial), Strange hace un descubrimiento que es también interior pero tiene que ver más con lo espiritual y con un saberse parte de una estructura mucho más subjetiva y universal cuanto mística. En ambos personajes prima la pérdida de lo individual por sobre un bien superior, ese es su proceso educativo en el mundo Marvel. Doctor Strange: hechicero supremo es la nueva Iron-Man, es la que viene tal vez a imponer nuevas criaturas para seguir rizando el rizo. Y si usted es de los que creen todavía que todo no es más que una pavada, vea nomás lo que están haciendo Warner y DC Cómics…

Una parte fundamental del éxito comercial y artístico de Marvel está relacionado con la empatía y la conexión con el espectador, a partir de una decisión que tiene que ver con algo indispensable: el casting. Veamos, en Doctor Strange: hechicero supremo tenemos a Benedict Cumberbatch, Chiwetel Ejiofor, Tilda Swinton, Mads Mikkelsen, todos nombres consagrados incluso en otro perfil cinéfilo que podrían estar haciendo tranquilamente películas de autor en Europa. Pero no. Y dejemos de lado el cheque voluptuoso que deben haber recibido, porque lo que se ve en pantalla es una energía y un carisma arrollador, incluso un espíritu festivo de gente grande que se divierte disfrazándose de hechicero, mago, villano o lo que sea. Es desde ahí, desde esas presencias que por el peso de sus nombres propios nos piden algo de respeto, que Marvel trafica sus ideas y que incluso se acerca a un público externo al cómic. Porque está claro, las películas de Marvel ya son patrimonio del cine y cada vez más (a pesar de los guiños hacia los fanáticos) se valen por sí solas. En Doctor Strange: hechicero supremo el cásting vuelve a ser perfecto y esa sensación está pautada por la idea de que no pareciera haber otro actor capaz de interpretar a esos personajes.

Por los tráilers y por la propia materia que compone al personaje, la película de Scott Derrickson supera incluso las limitaciones que uno suponía. Es decir, todo el elemento espiritual y new age está presente y tiene su peso en la trama, pero queda relegado a un plano lateral e incluso sobre el final se le da un interesante giro que la aleja del solemne libro de autoayuda con acción y aventuras que podría haber sido. Pero el logro principal del director es construir una película que aprovecha el dispendio de CGI a su favor, algo que no siempre sucede en este tipo de propuestas, construyendo imágenes de una belleza absoluta y reimaginando los chiches visuales de una película como El origen llevándolos a una instancia que el propio Christopher Nolan nunca pudo hacer. Si en aquella lo imaginativo era aplastado por la recurrencia a la explicación típica del director, aquí esas imágenes se suceden con un sentido plástico que le suman otra dimensión a la aventura. Y ese espíritu lúdico, que se observa también en la construcción del anti-héroe existencialista de Strange y en la actuación del imprevisible Cumberbatch, es un juego constante con las posibilidades de la fantasía. Si bien tiene sus lagunas narrativas y su repetición algo molesta, Doctor Strange: hechicero supremo aparece como la película de Marvel más libre, imaginativa y despojada, la que menos hace evidente sus finos hilos de factura industrial.