Con el carisma ante todo
Hablar de Marvel en el cine casi siempre se reduce a hablar de fases y universos expandidos. Pero si bien justamente ese es el aspecto que más se incita a analizar, me parece mucho más acertado ver sus obras como parte de una antología. Muchas historias – inevitablemente unidas entre sí – que dan cuenta de la reinterpretación de distintos personajes bajo la mirada de un contexto actual globalizado, regido por la instantaneidad de las nuevas tecnologías y el mandato del mercado internacional.
Por fuera de la discusión sobre la fidelidad de la historieta, Doctor Strange es la continuación de la sólida hegemonía Marvel dentro de las adaptaciones comiqueras, a base de mantener la fórmula que los posicionó en lo más alto: Personajes carismáticos, grandilocuencia visual y un mínimo hilo conductor que pueda asegurar la calidad de exportación. Sin embargo, esta fórmula se encuentra lejos de estar estancada cuando Kevin Feige y compañía saben precisamente qué componentes tocar para que siga pareciendo tan fresca como siempre, incluso con una estructura genérica: La revelación de un poder oculto, la redención del héroe y un villano con sus motivaciones de vida eterna, clásicas de cualquier film de superhéroes.
Es por eso que la clave del hechicero supremo está en los detalles.
La historia de cómo Stephen Strange, un cirujano renombrado por su talento y arrogancia, se sobrepone a un accidente automovilístico que le inutiliza las manos y termina superando sus limitaciones físicas a partir de la fortaleza espiritual, no podría haber brillado si no fuera la incorporación de un elenco notable. La participación de actores de corte más dramático, hasta con experiencia en teatro clásico, como Benedict Cumberbatch, Tilda Swinton o Chiwetel Ejiofor hacen que suene increíble que una película de superhéroes pueda ser sustentada por ellos tres desde un aspecto más terrenal como la interpretación y los diálogos por sobre los efectos especiales. No me malinterpreten, el CGI sigue siendo una parte fundamental de la experiencia esotérica que significa este mundo de magia y portales místicos, y lógicamente se roba el protagonismo durante los momentos de acción ingrávida al mejor estilo Inception (2010). Pero pasando por alto que los impresionantes escenarios cósmicos lleguen a opacar en gran medida el interesante mensaje de auto superación que recorre el film, las sensaciones finales se hacen mucho más valiosas cuando no todo se reduce a explosiones y trompadas.
El Doctor Strange personificado por Cumberbatch toma mucho de la entrañable impronta soberbia de su otro gran rol en la serie Sherlock, y esto lo posiciona como un superhéroe más astuto y precavido que sus compañeros de editorial. Aun comparándolo con el Iron Man de Robert Downey Jr. Strange sale ganando al hora resolver disputas de la manera más inteligente cuando tiene todas las de perder. Esto también se justifica en la naturaleza reflexiva de su compañero Mordo (Ejiofor) y su mentora, la Ancestral (personificada por Tilda Swinton).
Siendo un gran acierto para este tipo de papeles comúnmente interpretados por hombres, el caso de la inclusión de Swinton en esta producción no deja de ser curiosa. Originalmente, el personaje del Ancestral era retratado en la historieta como un anciano maestro originario de Nepal con rasgos tradicionalmente orientales. Lo que generó semejante cambio (de género y de color de piel) se traslada a la injerencia que tiene el mercado chino para la industria cinematográfica hollywoodense en la venta de entradas y la delicada situación política-territorial que existe entre el gigante asiático y gobierno nepalés. No obstante, a pesar de que la actriz británica le otorga un encanto distinto a un personaje atravesado siempre por los estereotipos, este tipo de modificaciones dan cuenta de otro tipo de occidentalizaciones que ostenta Marvel en sus producciones por fuera de las cuestiones comerciales.
El mejor ejemplo se ve en una de las escenas más conocidas, repetidas en los trailers y aplaudidas en todas sus funciones: El aguerrido Mordo le entrega un papel al inexperto protagonista con la enigmática palabra Shamballa escrita en él. Confundido, Strange le pregunta si ese sería su mantra y termina aún más sorprendido cuando le responden “Es la clave del Wifi. No somos salvajes”.
Más allá de las risas y la complicidad del guion con el público actual naturalizado con el internet, queda implícita que la noción de salvajes que se tiene por estos lados es justamente la que el universo de Doctor Strange intenta defender a partir de las enseñanzas espirituales ajenas a las nuevas tecnologías. Este prejuicio no deja de ser una curiosidad cuando la mayor parte de la población mundial nunca realizó una llamada telefónica.
Marvel siempre será Marvel con su visión occidental del mundo. Especialmente si toda la película se basa en la cultura oriental y los principales santuarios místicos mencionados en el film se encuentran en Nueva York y Londres (?). Sin embargo, estos detalles culturales no dejan de ser comunes en cualquier estreno proveniente del país del norte, así que difícilmente se pueda condenar a la película en su totalidad sólo por ser parte de una industria prejuiciosa por principio.
En palabras generales, Doctor strange deja un poco de lado esa impronta juvenil del remate efectivo y la explosión fácil que tanto caracteriza a Marvel. Y lo bien que hace. El fundamento espiritual que hay detrás de los poderes y las rivalidades es una grata sorpresa dentro de un género, que al menos a simple vista, viene en piloto automático. Todo esto, sumado a la acertada elección de Benedict Cumberbatch para reinterpretar a un personaje icónico, es lo que definitivamente hace del film lo mejor que haya sacado la casa de las ideas hasta ahora.
“No vencemos nuestros demonios. Sólo los dejamos atrás”, explica La Ancestral con sabiduría para referirse a la mejor manera de superar los miedos. Los villanos siempre vuelven. Una metáfora perfecta para asegurar que Marvel ya debe estar pensando en la secuela.