Esta fallida e innecesaria secuela del clásico “El resplandor” cuenta lo que sucede con Danny Torrance (el niño del film original) en su adultez, lidiando con un extraño grupo que pretende hacerse de los poderes psíquicos de otros chicos.
Es un riesgo llamar a una película DOCTOR SUEÑO si uno no desea que el título caiga sobre el propio producto como una broma. Es cierto, la novela de Stephen King se llama así y eso justifica el título, pero tomando en cuenta que el factor “sueño” y el factor “médico” poco realmente importan al menos en esta adaptación de Mike Flanagan, bien podrían haber llamado a la película EL RESPLANDOR 2 y evitarse ese potencial problema. De cualquier modo, este otro título traería otras complicaciones, quizás peores. El principal: ¿es necesario hacer una secuela de una de las mejores películas de terror de la historia?
El pleito entre King y Stanley Kubrick, director de aquel film de 1980, es conocido. El director hizo muchos cambios a la novela original y al autor –entonces bastante joven– no le hicieron mucha gracia. Y hasta el día de hoy, por más que todo el mundo la celebre como la mejor adaptación jamás hecha de una novela suya, al autor de IT le importa muy poco y sigue diciendo que no le gusta nada. En estos años, sin embargo, la máquina de hacer dinero de King ha empezado a tomarse con más calma sus transposiciones al cine y es así como, a partir de haber escrito la secuela, aceptó (aparentemente a regañadientes) que la versión cinematográfica de DOCTOR SUEÑO tome como referencia tanto el libro original como la por él odiada adaptación.
Es así que el Overlook Hotel y las criaturas célebres de aquel film están “revisitadas” aquí con el imaginario cinematográfico y algunos detalles –que no conviene adelantar– responden más a esa versión que a la novela original de EL RESPLANDOR. En algún punto es secundario, porque la idea de la nueva película es dedicar la mayor parte de sus extensísimas dos horas y media de duración a la nueva y actual historia. Y solo al principio (como hilo conector) y, especialmente, sobre el final, aquellos viejos y largos pasillos volverán a hacer su aparición.
DOCTOR SUEÑO es una película que no posee ni la magia ni el clima ni la potencia visual del clásico de Kubrick. Nada de la extrañeza asombrosa que convertía a aquella película en una pesadilla se mantiene aquí. Y ni siquiera cuando (re)aparecen escenarios o personajes tomados de aquel film se conjura el hechizo. Es una cita, como podría haberla hecho cualquiera, solo que autenticada por el autor de la obra original. La secuela no responde a otra cosa que a intentar seguir facturando a partir de otra “Propiedad Intelectual” reconocida, pero el producto en sí mismo es apenas mediocre. Una película menor e innecesariamente larga que puede llegar a convertirse en un éxito, pero que seguramente pasará al olvido rápidamente.
La trama conecta los hechos de EL RESPLANDOR siguiendo al personaje de Danny Torrance, a quien vemos de niño muy traumado tras los hechos del primer film (que no se explican demasiado claramente, buena excusa para ponerse a ver la película de Kubrick), sin querer hablar y con pesadillas permanentes. Un reencuentro virtual con el viejo Dick Hallorann (Carl Lumbly en el rol que hizo Scatman Crothers) le permite salir del pozo mediante un concepto psicológico bastante tonto que la trama toma de manera literal: poner sus traumas en cajas y, digamos, cerrarlas con candado. Uno sabe que eso no puede terminar muy bien.
En paralelo vemos a un extraño grupo de personas comandado por la bella y extraña Rose (Rebecca Ferguson, en un personaje que bordea el ridículo ya desde el vestuario de cantante de música country/pop) abducir a una pequeña criatura en un bosque. Pronto sabremos que ese grupo, conocido como El Nudo Verdadero, tienen poderes parecidos a los de Danny (ese “resplandor” que le da enormes poderes psíquicos) y que andan cazando criaturas con ese poder para, como buenos vampiros sustitutos que son, alimentarse de ellos y así sobrevivir por siglos y siglos.
La historia avanza a 2011 y nos encontramos con un Danny adulto (Ewan McGregor, con cara de depresión constante) en estado caótico: alcohólico, drogadicto, peleador. De a poco (gracias a otras ayuditas) logra ir saliendo del pozo: viaja a un pueblo de New Hampshire, se hace de un buen y noble amigo y empieza a encauzar su vida usando sus poderes como un enfermero que, con ayuda de un gatito (sí, no pregunten) trabaja con ancianos al borde de la muerte reconfortándolos. De ahí el título de la película, si bien este ítem de la trama será más que secundario.
Simplificando lo que aquí son una larga serie de eventos desafortunados, Danny se conectará con una niña llamada Abra (por Abracadabra) que también tiene poderes similares a los suyos y ambos colaborarán entre sí para combatir a esta suerte de bizarro grupo de psíquicos que los tienen como potenciales víctimas. Es un largo y complicado set up de acontecimientos para lo que luego terminará siendo una bastante simple y concreta batalla entre héroes y villanos con el único agregado “sorpresa” de que lo que vemos, buena parte del tiempo, puede no estar realmente ahí.
Pero la película, más allá de algunos momentos fuertes y bien logrados (los ligados a la captura de otro chico, encarnado por Jacob Tremblay) no logra crear un nuevo universo que esté a la altura del anterior. El grupete denominado True Knot (me cuesta decirles… Nudo Verdadero) nunca es una amenaza realmente potente, más por su tratamiento visual que por sus poderes en sí. Por momentos parecen artistas de algún tipo de circo abandonado y, por otros, villanos de alguna berreta película clase B de los ’80. Y lo mismo pasa con algunos efectos especiales: son tan pobres conceptual y visualmente, que solo si uno se pone en plan retro pueden apreciarse. Y la verdad es que Flanagan no apuesta por ese tipo de código. Quiere asustar y más que asustar está por momentos al borde de producir risas involuntarias.
AVISO: PROBABLES SPOILERS
La última parte de DOCTOR SUEÑO recupera, al menos visualmente, escenarios ligados al film original: el hotel, algunos personajes memorables y situaciones específicas que son ya parte del vocabulario clásico del género (ya saben de cuáles hablo, ni siquiera tienen que haber visto la película). Y si bien esas escenas logran, sí, traer a la memoria el universo de EL RESPLANDOR de manera más clara, también se sienten como manotazos de ahogado para salvar, en la última media hora, una película que no parece ir a ningún lado. Parece el show de una banda de rock que, cansada de que nadie baile con los temas de su disco nuevo, en el bis se despachan con todos los Grandes Exitos.