El mayor problema de esta producción aparece signado y designado ya desde el afiche, en variables que por sí misma deberían sostenerla, pero que finalmente por el peso mismo de lo expuesto gráficamente se hunde más en su inoperancia que en la imposibilidad.
Presentada como la secuela nunca esperada (el filme cerraba perfecto), tardía claro, de esa pequeña joya como lo es "El resplandor" (1980) dirigida por Stanley Kubrick, asimismo basado en una novela que el mismísimo Stephen King publicara en 2011.
Estos dos nombres, el autor de la novela y el filme original. son aquello que está instalado como elemento seductor del público y debería haber funcionado como motor para un filme que nunca termina de acercarse al origen, ni desplegar nada propio, ni un universo que le pertenezca, ni una estética que se presente como excepcional.
El paquete se lo tiraron encima a Mike Flanagan, un director con práctica en el género de terror y mucha experiencia televisiva que se nota.
Mas allá del buen trabajo por parte de la dirección de fotografía, nada deslumbrante, pero acorde al género y al texto, a la que nunca puede emular el diseño de sonido ni la banda de música que por repetición se torna insoportable, no es empática, ni genera emociones que parecería desear.
La historia transcurre años después de los acontecimientos de "The Shining", Danny Torrance (Ewan McGregor), ese pequeño de la original es ahora un traumatizado, alcohólico e iracundo adulto, cuyas acciones hacen eco especular de los problemas de su padre Jack.
Cuando sus destrezas mentales se restituyen, es contactado por una niña de nombre Abra Stone (Kyliegh Curran), a quien debe rescatar de un grupo de viajeros que se alimentan de los niños que poseen el don de "resplandecer".
Pero esto sucede en el cuarto tercio del filme estructurado en cinco, hasta podrían llamarse capítulos.
Tal es la estructura del filme, al que le sobran mínimamente 30 minutos, o sea una quinta parte de su duración.
Abre con una escena que cobrara cierto sentido después, cuando desarrolle a los personajes presentados, que el mismo no sea el adecuado, que la actriz que debe encarar al mal, a pesar de poseer muy buenos recursos histriónicos, no puede vencer su propia iconografía, es otra historia.
Estoy hablando de Rebecca Ferguson, en el rol de “Rose The Hat”, la líder de un grupo de algo similar a muertos vivientes, que necesitan de ese resplandor lo mismo que Drácula la sangre.
La primera parte se encarga de presentar a los personajes, entre ellos no hay conexión alguna, sólo cuando transcurre en la infancia de Danny, se observa en una fotografía, aviso de una desaparición, un detalle de la futura posible trama conflictiva.
La segunda parte, parece un intento de desarrollo de cada uno de los personajes presentados, simultáneamente comienzan ciertos guiños a los elementos que promocionan el filme.
La tercera parte intenta de manera bastante aleatoria unir a los personajes a través de un conflicto que debería provocar, entre miedo y suspenso, pero produce nada.
La cuarta parte despliega las acciones que derivan la lucha entre el bien y el mal, donde la pequeña Abra Stone, pasa a ser algo equiparable al más poderosos de los X MEN y Rose la malvada que debería haber sido y termina siendo casi una imitación de Cruela de Vil, desteñida, lo mismo sucede con sus secuaces.
Es la quinta parte donde por fin entramos en ese espacio del terror que fue el Hotel Overlook, mantiene la mística hasta que vaya uno a saber cuál fue la intención, mezclar imágenes de archivo de la original o reemplazar personajes y espacios, sin definirse por una o por otra. El cine es en gran parte el arte de la insinuación, hacer presente al padre de Danny, en el cuerpo de alguien que no es Jack Nicholson, sabiendo que la realidad que vive Danny es otra mueve más a reírse por no llorar que a cualquier otra sensación.
El imperio del resplandor funcionaba como la senda a transitar para desarrollar aspectos considerablemente más profundos, hasta insondables temas como la soledad, el aislamiento, las adicciones, en este caso el alcohol, la oclusión en el arte de crear, el desasosiego por lo desconocido, la manipulación desde un supuesto poder, la violencia, y mucho más importante, la demencia.
En esta realiuzación, clara secuela, (en término de enfermedad), termina por decepcionar, todo acaba siendo una excusa para mostrar burdos pases de magia, sin la presencia de Houdini, claro.