Antes de que cualquier fan de la legendaria película El resplandor ingrese a la sala a ver la secuela Doctor Sueño, sabe que el nuevo film es víctima de una pesada herencia por partida doble. Por un lado, la novela en la que se basa este flamante estreno fue publicada en 2013 por Stephen King y contó con un tibio recibimiento de la crítica. Por otro, y a pesar de que el rey de los relatos de terror haya denostado durante cuatro décadas los resultados del capítulo inicial rodado por Stanley Kubrick en 1980, aquella adaptación se transformó en un clásico de culto que ya ha estremecido a un par de generaciones.
Es sabido que las comparaciones son odiosas, y más allá de que Doctor Sueño ha estado signada de antemano por una alta expectativa, esta producción no triunfa ni el territorio del homenaje a un exponente icónico del cine de horror, ni en la ambición de una apuesta propia que jamás logra remontar vuelo. El director Mike Flanagan (Ausencia, Somnia: antes de despertar, Ouija: el origen del mal), despacha el trámite apoyado en una notable factura formal y una catarata "de chanes" sonoros y visuales. De verdaderos climas de tensión... ni hablar. Si en El resplandor el Hotel Overlook cobraba una dimensión protagónica transformándose en un determinante personaje de la trama, en Doctor Sueño, tanto en su versión literaria como cinematográfica, la acción se abre a una mayor cantidad de subtramas, espacios y derivaciones. La aglomeración de elementos de la novela que durante algunos años fue considerada como imposible de trasladar a la gran pantalla, es resuelta por Flanagan a puro motor de ritmo vertiginoso y subrayados explicativos.
Tras un innecesario prólogo que ilustra cómo Danny Torrance y su madre (interpretados por artistas que replican los tics y se parecen a los originales Danny Lloyd y Shelley Duvall), sobrevivieron al traumático desenlace de El resplandor, el relato salta a la actualidad partiéndose en tres vertientes que no logran cuajar de manera orgánica ni dramática.
Torrance (un Ewan McGregor que aporta todo su linaje a este combo pasteurizado), está sumido en una adicción al alcohol que remite al infierno de su padre. Más allá de su refugio en un grupo terapéutico, trabaja en un asilo acompañando los últimos momentos de vida de varios enfermos terminales. En otra línea, una pandilla de vampiros liderados por una desaprovechada Rebecca Ferguson secuestran, torturan y asesinan mayormente a niños para alimentar la eternidad del grupo con el vapor que producen el pánico y el dolor que emanan de sus víctimas. La calidad de vida de esta tribu que se debate entre aires de comunidad hippie y la brutalidad propia de una secta como la del Clan Manson, se ve deteriorada porque esos vapores que para ellos resultan tan vitales, "están cada vez más contaminados por el masivo uso de teléfonos celulares y de Netflix". Ese postulado pudo resultar doblemente irónico, tanto por la alusión al gigante del streaming, como por el hecho de que Mike Flanagan creó para esa plataforma la serie La maldición de Hill House. Sin embargo, lejos del sarcasmo ese condimento se vuelve totalmente chapucero, ya que Doctor Sueño es tan anodina y previsible como el grueso de los productos que mensualmente Netflix estampa en su grilla. Por último, la tercera pata de la narración se sostiene sobre una adolescente afroamericana que tiene un enorme poder para "resplandecer". Al establecer contacto con Danny, deciden unir fuerzas con el propósito de destruir a la mencionada patota siniestra en medio de una contienda entre fuerzas sobrenaturales tan inverosímil como despatarrada.
Hay una secuencia en el abandonado y temible Overlook que más que un outlet de El resplandor, parece una apresurada venta de remate, acumulando todos sus objetos más reconocibles y estrellándolos contra la pantalla sin ninguna operación de resignificación. Planos calcados del laberinto de arbustos nevados, los pasillos del hotel, los chorros de sangre que emanan a borbotones, el misterio de la habitación 237, la puerta destrozada a hachazos, las gemelas espectrales y el salón de baile; se apiñan en una desesperada operación que se desplaza sin prurito del homenaje a la vergüenza ajena.
No hay nada sugestivo en Doctor Sueño. Apenas destellos de cada uno de sus personajes que por momentos conquistan un mínimo ápice de convicción. Sin embargo, en la interacción entre pares o contrincantes, la química es tan nula que el desgano se vuelve inevitable y la película se reduce a dos horas y media de automatizado metraje con uno que otro hallazgo de puesta. En su conjunto, el film no zafa del inexorable clic con destino a la papelera de reciclaje.
Doctor Slepp / Estados Unidos / 2019 / 151 minutos / Apta para mayores de 16 años / Dirección: Mike Flanagan / Con: Ewan McGregor, Rebecca Ferguson, Kyliegh Curran, Carl Lumbly.