Si leíste la novela de Stephen King, que retoma la historia de El Resplandor (1977) a través de Dani Torrance, hijo del malogrado Jack, Doctor Sueño es una experiencia destinada a la frustración. Otro ejemplo de lo difícil que es trasladar el poder perturbador de las páginas a la imagen. Algo parecido vale para la otra gran sombra que se cierne sobre esta película, la que proyecta la película de Stanley Kubrick, de 1980, obra maestra para muchos, problemática para el autor de la novela, con aquel Jack Nicholson desatado.
Contra todos esos contras, Doctor Sueño, de Mike Flanagan, es un respetuoso traslado del novelón de dos horas y media. Y como tal, encuentra algunos logros: el tiempo que dedica a sus personajes centrales, el retrato de su protagonista ex alcohólico, el trabajo de Ewan McGregor. Pero incluso su elenco parece desperdiciado en el lío de escenas irregulares, que van y vienen entre el universo de los villanos y el de los buenos, destinados a chocar. Con algunas de sorprendente crueldad, como la del niño jugador de béisbol, y otras que parecen de una serie de brujas modernas. A medida que pasan sus larguísimos minutos, crece la sensación de superficialidad de las continuaciones innecesarias. Con una serie de situaciones no demasiado memorables que llevarán a la batalla final, un esquema que en la novela atrapa pero del que la película apenas. También crece -atención spoiler- la evidencia de que El Resplandor es la gran excusa a explotar, de una manera bastante alevosa, con una artillería de citas que se guardan hacia el final. La música subraya la supuesta importancia de volver al hotel Overlook, Y ciertamente, entrar en él otra vez es uno de sus grandes atractivos. Aunque no haga más que confirmar la certeza de que la atmósfera, el clima terrorífico, en el que la locura se mezclaba con lo ominoso, le pertenece a aquella película y no a esta.