But if you ride back and I am left,
You’ll do as much for me,
Mother, you know, must hear the news,
So write to her tenderly.
Viajando con mi perro
Dog no es una película difícil de describir; por el contrario, posiblemente su mejor atributo sea la simpleza. Es una película relativamente pequeña, de esas que resulta cada vez más raro ver en una sala por estos días. Es una película sobria, eso es raro también. Una película sobria sobre la imperfecta amistad entre dos especies entrenadas para la muerte; sobre estar solo en una época llena de eufemismos; sobre una guerra que no se ve pero que deja cicatrices invisibles, sobre el dolor más allá de las palabras. Con todo eso a cuestas, Dog consigue lo imposible: hacer una película feliz. Dog es lo que podría ser American Sniper, si American Sniper fuera una comfort movie.
Dog es la historia de Jackson Briggs (Channing Tatum, que también co-dirige), un ex ranger del ejército norteamericano dado de baja tras haber sufrido daño cerebral. Lejos del campo de batalla, Jackson se dedica a soportar el maltrato de clientes adolescentes mientras sirve sándwiches poco apetitosos en un local cualquiera. Ante la perspectiva de una existencia mediocre y con muchas dificultades para funcionar en la vida cotidiana, Jackson insiste en regresar al frente de batalla hasta que, finalmente, es llamado a la acción. El pedido no es lo que espera: Riley Rodriguez, un amigo del ejército, ha muerto la noche anterior y se prepara el funeral en tierras estadounidenses. Una amiga en común lo ha sobrevivido: Lulu, la perra de combate de Riley. La pastora belga malinois es indomable, impredecible y agresiva: la misión de Jackson es trasladarla hasta el funeral de su amigo, luego de lo cual será sacrificada.
Dog se configura, de esta manera, como una road movie sobre un hombre y un perro que tienen dos cosas en común: la ausencia de un amigo, y una institución que los ve como desecho. Jackson es la definición de white trash, mientras se emborracha en los bares e intenta entablar conversación con chicas que hablan pestes de la masculinidad tóxica. En la camioneta, Lulu destroza los asientos de cuero, en una existencia funcional que rara vez conoció una mano blanda, una caricia, la posibilidad de una vida de disfrute más allá del deber.
Dog no es el tipo de película que vaya a traicionar nuestras expectativas, y el vínculo entre hombre y perro se irá gradualmente estrechando, los cuerpos de ambos como testigos y artífices de la muerte en nombre de un país que les está dando la espalda. Por momentos se pone casi metafísica, coqueteando con la noción de vidas pasadas a través de los diferentes personajes que la dupla va conociendo a lo largo de su recorrido. El resultado es la apertura de las emociones, el abrazo a todo ese dolor que sin saberlo, Jackson ha vivido en el campo de batalla. Un abrazo que la película transita con respeto y amor hacia sus personajes, un abrazo despojado de soberbia que es toda ternura.
Dog se llama así por un perro que tiene un nombre. Es Jackson quien, en un primer tramo del viaje, lo llama así; no lo particulariza sino que lo nombra por lo que es genéricamente. Uno de los elementos del guion para narrar el tránsito a la apertura de un mundo sensible es, justamente, cuando Jackson empieza a llamar a Lulu por su nombre. La misma operación realiza Dog con respecto al army ranger: lo desesquematiza, le da un sentir, un punto de vista, lo nombra. Y Channing Tatum encarna todo eso con convicción envidiable, convencido que con una película pequeña pueden decirse cosas grandes.