"Dog", con Channing Tatum: un héroe de la "white trash".
Dog es una de esas películas casi imposibles de evaluar. Ideológicamente es aberrante, pero en términos narrativos funciona, con méritos como el de no caer en sensiblerías cuando podría haberlo hecho. Pero claro, cómo se hace para empatizar con una película belicista, racista, misógina y anti LGBQT +. Y a su vez cómo no dejar de considerarla en sus propios términos -eficacia narrativa, sobriedad expositiva, desenlace sin golpes bajos-. Y a la vez cómo perdonarle que sea una película que parece hecha por white trashes (blancos pobres y reaccionarios) para white trashes. Uno de esos casos en que el crítico agradecería no tener que calificar con ningún puntaje, ya que está entre un 1 más grande que una casa y un 6 más o menos bien ganado. ¿El promedio, entonces? Entre 3 y 4. Tampoco da. Lo ideal sería una calificación disociada: un 1 para lo ideológico, un 6 para lo estrictamente cinematográfico. En fin, se le pone un 5 al voleo y se trata de explicar a qué viene tanta esquizofrencia.
Denle una oportunidad a la guerra. Así se llama, créase o no, el “book” que el ranger Rodríguez legó a la posteridad, donde incluye no sólo fotos de su amada ovejera belga entrenada para matar, sino también poemas dedicados a ella. Un caso clavado de zoofilia platónica (por ponerle un nombre), que la película plantea como el más puro amor entre un humano y un canino. Al humano, a propósito, se lo llama “papá”. Papá de Lulú, la belga en cuestión. O sea que Rodríguez habría fornicado con un ser de cuatro patas, dando a luz una perra. Más vale dejar eso como sugerencia para una próxima película de David Cronenberg y seguir adelante. El cabo Briggs (Channing Tatum) deberá recorrer 2500 kilómetros con Lulú a bordo, y llegar a tiempo para que la perra pueda asistir al funeral de su “papá”.
“Nos divertimos matando gente”, celebran Briggs y sus camaradas cuando se emborrachan, y por lo visto la encantadora Lulú se divierte de la misma manera. La perra no sólo es intratable sino que cuando ve a un señor “vestido de árabe” se le tira encima para despedazarlo. Fue entrenada para eso. “Sos la única chica con la que quisiera charlar”, le confiesa Briggs después de haber rebotado en una disco con cuanta fémina se le cruzara: el tipo pone la misma expresión de asco cuando una mujer se queja de la masculinidad tóxica o del ecocidio, o cuando ve en la tele dos chicas enamoradas. En la radio de la camioneta escucha, claro, viejos clásicos country. Y así va por la vida el héroe de Dog.
El grandote Channing Tatum, rubio, de pelo corto y lleno de músculos, tiene una pinta de marine que se cae. Y es el codirector de la película, con lo cual está más que claro que para él y el codirector Reid Caroline, Briggs es, efectivamente, un héroe. Obligado, pobre, a “cargar con el mundo entero”, como todo ranger que se precie. Ahora bien, ¿qué hacer si a uno Channing Tatum siempre le cayó de lo más simpático, si la película se ve no sólo con asco sino también con agrado? Dos cosas: charlarlo en terapia y pensar en qué puntaje ponerle a Dog.